Hay que saludar la decisión municipal del salvaguardar el grafiti aparecido en una de las subidas a Urgull, sospechoso de ser obra del tal Banksy -en ‘Donosita’, ‘Bansky’-.
Banksy es ese grafitero cuya original trayectoria le llevó de ser adorado por una minoría y denostado por otra, a ser reverenciado por la segunda y despreciado por la primera, en función de su progresivo éxito y siempre ante la indiferencia, cuando no ignorancia, de la mayoría, que suele estar muy ocupada en tareas como la doma de su móvil.
Una actuación de los servicios del Ayuntamiento contra la pintura en cuestión sólo estaría justificada si se demostrara de forma palmaria que el dibujo es efectivamente obra del grafitero inglés. Pero esta opción está casi descartada porque resulta poco creíble que un ser lo
suficientemente ególatra como para permitir que rueden un documental a
la mayor gloria de su figura haya olvidado estampar su firmar. Mientras tanto, el dibujo está protegido por la posibilidad de que lo haya realizado un artista.
Y si lo más probable es que Banksy no hay pisado nunca nuestra ciudad, lo que resulta seguro es no hizo dibujo alguno a su paso por ella. Cualquiera de las dos circunstancias por separado ya le harían acreedor al Tambor de Oro. Las dos juntas, no digamos.
Y por favor, conviene también recalcar que si en este mundo de red de
redes, vigilado por tropocientos listados informáticos e infinitas cámaras de seguridad, sabemos más sobre el
autor de las pinturas de Praileaitz I que sobre nuestro hombre esto sólo puede obedecer a un desinterés mayúsculo en estado puro.
Personalmente, y aunque no he visto nunca ‘Pretty Woman’, opino que el dibujo es un ‘Julia Roberts’, perteneciente a su etapa más tardía. En cualquier caso, si alguien lo borra y resulta que luego había mucho interés en la obra, ya se encargarán las instituciones culturales en hacer una réplica a disposición -previo pago de una entrada, descuento por grupos- de los autobuses de turistas.