Alberto Moyano
Hace un par de domingos, el suplemento de El País publicaba una
entrevista con el juez Grande Marlasca. Tal y como era de esperar
firmando Rosa Montero, la entrevista venía rica en vaginesil. Lo de que
el periodista debe mantener la independencia frente a los poderes y tal
y cual es algo que la Montero nunca se olvida de reseñar en los Cursos
de Verano. Ante el magistrado de la Audiencia Nacional, la periodista
obvió la pertenencia del entrevistado al Poder Judicial y prefirió
entregarse al masaje intensivo. Era de esperar que un azote del
terrorismo sería tratado con especial deferencia, sin entrar, desde
luego, en esas decisiones de las que tantas veces discrepa el fiscal. o
en su reciente trayectoria, calificada de «alocada carrera» (DV
25-VI-2006) por un dirigente socialista. Hasta ahí, sin
sorpresas. Lo que sí tuvo un puntazo inmundo fue el tufo que desprendía
la entrevista en cuanto se adentraba en la condición homosexual del
juez. Ese tufo, cómo decirlo, a eso de «pero si yo tengo muchísimos
amigos homosexuales».
Decía el juez: «Y entonces le dije a mi madre que me casaba con Gorka»
y replicaba la Montero: « ¿Y ella qué dijo?». Y el juez:» ¿Lo
adivinas?». Y la Rosa: «Que ya se lo esperaba». «Pues sí».
Salsa rosa de garrafón en dosis para adultos adornaba la charla,
rematada con un par de referencias a lo duro que es vivir en el País
Vasco, con ese ambiente y todo eso. Al acabar la lectura, uno se
imaginaba a la periodista independiente remangada hasta los codos y
chorreando aceite Johnson para niños. Ni que decir tiene que las
felicitaciones de los lectores por la entrevista desbordaban la sección
de Cartas al Director de la publicación ayer, domingo.