Alberto Moyano
La faceta más literaria de Bob Dylan reunió al atardecer de ayer en la
Casa de Cultura de Okendo a unas cuantas decenas de personas en torno a
una mesa redonda formada por el escritor argentino Rodrigo Fresán, y el
músico y también escritor Sabino Méndez, moderados o algo así por el
crítico de DV Iñaki Zarata. El acto, organizado por DK Literatura y el
Aula de Cultura DV, competía con el fútbol mundialista, como aquella
mítica conferencia que Borges pronunció el mismo día y a la misma hora
que la final del Campeonato de Argentina en 1978.
El caso es que la charla estuvo bien o incluso muy bien. Méndez y
Fresán diseccionaron el arte compositivo de Dylan, personaje opaco
donde los haya, y la conclusión fue que quizás Dylan sea un gran mago
que calcula minuciosamente cada palabra que escribe, aunque tampoco hay
que descartar todo lo contrario.
Fresán se detuvo en la entrevista que Dylan ofreció a cierto
periodista, en el transcurso de la cual hizo referencia a un par de
canciones señalando: «Sí, ese tema lo compuso la caja». Cuando el
periodista le preguntó que quería decir con eso de que lo compuso la
caja, Dyla abandonó la habitación y regresó con una caja negra llena de
papelitos con frases escritas. Según su relato, a veces introduce la
mano en la caja y extrae un puñado de papelitos que pega sucesivamente,
sin orden ni concierto. El resultado es la letra de una canción.
Verdadero o falso –casi como que da igual–, es parte de la leyenda.
El escritor argentino se situó en el filo de lo inverosímil cuando
relató cómo, durante un concierto de Dylan en Idaho, llegó a subirse al
escenario aferrado al cuello de un indio de dos metros, llamado Rolling
Thunder. Verdadero o falso, sirvió para poner un divertido punto final
al acto.