1) Tesis: Hace diez años, cuando los periodistas de cámara preguntaban a gritos al príncipe Felipe que a ver cuándo pensaba casarse, éste se llevaba la mano al pabellón auricular y en un derroche de ingenio borbónico, respondía: “No oigo”. El descacharrante gag provocaba la hilaridad de los acreditados, que apenas podían contener las lágrimas ante la feliz ocurrencia.

2) Antítesis: Estas cosas se han olvidado, pero lo cierto es que cuando la infanta Cristina contrajo matrimonio con Urdangarín, los risueños periodistas de Zarzuela, apenas repuestos del golpe de gracia, destacaron el enorme parecido que el pretendiente guardaba con el hijo menor de los reyes, circunstancia que fue interpretada como prueba irrefutable de la devoción que la infanta tributaba hacia su hermano.

3) Síntesis: Ahora nos enteramos de que las similtudes entre príncipe de Asturias y duque de Palma iban más allá de los puros rasgos físicos hasta el punto de que compartían taras. Así, Urdangarín I de Palma y V de Alemania se libró de cumplir el servicio militar obligatorio en Ceuta alegando una sordera total que, a juzgar por el devenir de los acontecimientos posteriores, no le ha impedido prosperar en el mundo de la empresa, bien por haber desarrollado una enorme destreza en la lectura de labios, bien porque no oye nada, pero lo escucha todo. Lógicamente, en estos momentos de zozobra se considera hasta de mal gusto sacar a relucir en sociedad los paralelismos entre los dos cuñados. Tan sólo el príncipe ha osado pronunciar en una misma frase las palabras ‘fundación’ y ‘transparencia’, provocando un silencio ensordecedor en la sala.