Es curioso que Tabakalera, concebido como un lugar para la reflexión, se haya convertido en motivo de la más interminable de todas. Periódicamente, las instituciones siempre se dan un tiempo para reflexionar en torno a alguna duda y, la verdad, el proyecto suscita tantas que la antigua fábrica de tabacos quizás se transforme algún día un Centro Internacional de Cultura, pero Contemporánea lo será de nuestros nietos.
Si se comsuma la decisión de crear un nuevo batido tropical a base de Tabakalera y 2016, con Arteleku como ‘corazón del proyecto’, todo esto se convertirá en una especie de banco malo en el que depositar nuestros activos tóxicos en materia de reflexión, que no son pocos, dicho sea de paso. Estamos hablando de los tres principales emisores de mensajes encriptados del territorio.
Tabakalera, que nació con vocación de proyecto menguante en el que contra más tiempo pasaba, menos se sabía, daría un giro estratégico para convertirse en un centro en el que contra más se sabe, menos se entiende. A más reflexión, mayor confusión. A partir de ahí, el edificio de Duque de Mandas acumularía todo cuanto de ininteligible es capaz de generar nuestro territorio en materia de pensamiento ensimismado–un terreno en el que hemos levantado la admiración del mundo entero-. Los resultados asustan por imprevisibles. Tabakalera es ya un centro consagrado a la interpretación de sí misma. Si finalmente se cuelga del brazo de 2016, necesitará dios y ayuda para autodescifrarse.