Que una de las personas que más ha hecho en favor del libre acceso a la cultura de los desfavorecidos haya sido atrapado en la cámara acorazada de su blindada mansión sólo puede interpretarse como síntoma de los tiempos tan paradójicos que nos han tocado vivir. Y si nos ponemos fatalistas, una prueba de la fuerte resistencia que algunos individuos ofrecen a las supuestas bondades del cultivo del espíritu (en este punto, ver el descapotable rosa incautado durante la redada). En cualquier caso, atrapado entre los pijos relamidos, tipo Julian Assange, y los más zafios macarras, como el tal Kim Schmitz, urge que el altermundialismo explore una tercera vía en materia de iconos mediáticos.

El milenarismo nos inoculó un tremendo apetito hacia las situaciones abismales. Por eso, Zapatero es el peor presidente que ha tenido España desde los tiempos de Aznar,  la SOPA es un Guantánmo digital y hemos visto el partido del siglo cada vez que pierde el equipo de Mourinho. En esta línea de tremebundismo, el cierre de una web se convierte en un ataque a la libertad de expresión, entendida ésta como una variable económica del ahorro doméstico. Si hasta han surgido unas cibermilicias de las que, apurando esta contagiosa tendencia a la hipérbole, se podría decir que andan haciendo pintadas en los escaparates de los comercios indeseables, cuando no rompiendo sus  cristales para que cada cual se sirva libremente.

En cuanto al tema de las descargas, lo más probable es que sea un debate estéril en el que al menos una de las dos partes enfrentadas es siempre es una inteligencia artificial. Se habla de canciones en términos como megas y bites, y de fotografías traducidas a píxeles. Y si citas la película que cambió tu vida, te recuerdan que una vez que pruebas el ADSL ya nada vuelve a ser lo mismo.

El cambio de modelo de negocio –aplicado con éxito antes a la agricultura que a la cultura-, consiste en dar una nueva vuelta de tuerca a un viejo principio: ahorrar costes mediante el procedimiento de recortar el gasto en mano de obra. Y para colmo, un discurso ininteligible permite a sus defensores encaramarse a lo más alto de la escala moral mediante un doble discurso que, por un lado, desdeña los estragos laborales que su hábito genera y por el otro, sublima su propia bondad mediante todo tipo de campañas interneteras en apoyo a los trabajadores de cualquier empresa amenazada por el cierre. Sí, la red de redes ha cambiado el mundo. No sólo nos permite proclamar “estos son mis principios pero si no le gustan, puedo descargarme otros”, sino incluso, acto seguido, hacerlo delante de todos.