En internet, la libertad de expresión se ejerce de forma salvaje, pero de ninguna forma esperábamos que la censura también lo hiciera. La decisión de Twitter de suprimir algunos mensajes en aquellos países que tienen un concepto diferente al nuestro de la libertad de expresión produce el mismo pasmo que si los bares aplicaran la ley antitabaco en función de la idea de humareda que maneja el cocinero.
Urge retocar la famosa www para ajustarla a la realidad: Halfworld Wide Web. Si las redes sociales no sirven para saltarse a la torera las leyes vigentes en cada país es que ya no estamos instalados en la tan mentada barra de bar global, sino ante otro ejercicio de escaparatismo. Lo peor del anuncio lanzado por Twitter no es la amenaza de su aplicación inmediata, sino la cantidad de cabos que deja sueltos gracias a que se instala en la indefinición, el latifundio más confortable que ha inventado el hombre.
Nuestros cerebros ya sólo formulan pensamientos de 140 caracteres de profundidad, pero a partir de ahora no habrá forma de evitar la sospecha de que alguien nos está privando de leer los mensajes más suculentos bajo el argumento de que no nos convienen. En cuanto a la esencia de Twitter -ese libre intercambio de opiniones en el que siempre acaba emergiendo Hitler en el peor sentido de la palabra- quedarán amputadas. Cabe preguntarse qué sentido tiene gastar todas las energías en exhibir un indomable espíritu antifascista dentro de un foro en el que ya no quedan fascistas o viceversa.
Como ejercer de ciudadano concienciado es una tarea que no entiende de días de asueto ni de fines de semana, hoy hay huelga en esta red social convocada «por los twitteros», otra evanescente, vaporosa e inaprehensible subespecie encuadrada en la familia de « los mercados». Sepan que si no aparece este post enlazado en la red se debe a que, con buen tino, lo han suprimido instancias superiores. Y si por el contrario aparece, sepan igualmente que sólo puede ser obra de Karanka.