En el Partido Socialista las cosas funcionan de tal forma que su aparato consigue que los efectos se conviertan en causas. Así, su 38 Congreso federal ha refrendado por un margen de tan sólo 22 votos la decisión de que sea Rubalcaba el que pierda frente a Rajoy las elecciones generales del pasado 20-N. Si la corriente de pensamiento Benjamin Button se consolida, pronto le veremos afiliarse al partido.
Antes de lanzarse a por la Presidencia del Gobierno, Rubalcaba ya fracasó en otros intentos más modestos, como el de hacerse con el noble título de ‘simplemente, Alfredo’. Luego, llegaron los comicios y el hecho de perderlos por encima de sus posibilidades no le ha impedido ganar las primarias en idénticas condiciones.
Lo ha hecho frente a una Carme Chacón que, a la vista de su curriculum, grita también por encima de sus posibilidades, apoyando su discurso en unos ojos permanentemente desorbitados, al menos, desde que en un rapto de abnegación casi mística renunció a disputar la candidatura a su ahora nuevo secretario general.
En cualquier caso, los compromisarios socialistas pueden abandonar el hotel Renacimiento -un sarcasmo más- de Sevilla con la satisfacción del deber cumplido, esto es, evitar por todos los medios que un inesperado brote de confrontación ideológica por parte de cualquiera de los dos candidatos dejara en evidencia la ausencia de ideas por parte de ambos. De hecho, el Congreso finaliza sin que sepamos lo único que nos interesa, esto es, qué hará un hipotético futuro presidente de Gobierno socialista cuando reciba una llamada telefónica de, pongamos, el canciller alemán o el siguiente presidente estadounidense, sea del color que sea, además de obedecer a pies juntillas, se entiende.
Pero todo esto es agua pasada, ya es lunes y a partir de hoy, a los socialistas les toca ponerse a trabajar todos juntos, conspirando codo con codo, para que Rubalcaba sirva durante el más breve plazo de tiempo posible de nave nodriza del próximo candidato. Y si hace poco le cantaban el ‘Sin ti no soy nada’, ahora le pueden acunar entonándole el ‘y contra ti, tampoco’.