En una nueva demostración de que no hay manera de que el Rey permanezca ajeno a los desvelos de los españoles, expresados formalmente en conversaciones de tasca y oficina, don Juan Carlos alumbró ayer a Rafa Nadal con una de sus habituales revelaciones: “Estos de los guiñoles son tontos”, anunció el monarca al campeón de la raqueta.
Lo hizo en una conversación privada captada por un micrófono abierto, un formato que en estos tiempos de sobreinformación lleva camino de convertirse en el más apropiado para lograr que tu mensaje llegue con nitidez a todo el mundo.
En su infinita campechanía, el rey, que nunca ha ocultado su admiración por Nadal tanto en su faceta deportiva como tributaria, acostumbra a realizar este tipo de declaraciones. Así, tras salvar la democracia en repetidas ocasiones, recientemente anunció que la ley es igual para todos. O quizás lo que dijo fue que todos somos iguales ante la ley, tanto da, ya que es la típica frase-calzoncillo a la que se le puede dar la vuelta cuando se mancha por un lado.
El rey tampoco olvidó advertir al tenista de que los guiñoles son muñecos sin vida propia. El desliz estuvo en la elección del adjetivo “tonto” en alguien que, más pronto que tarde, tendrá que hacer acopio de todo su aplomo para sostener públicamente que su hija ignoraba por completo las actividades económicas perpetradas por su marido.
En cualquier caso, el soberano habló con la autoridad que le otorga el hecho de llevar 37 años ininterrumpidos en antena, con gran éxito de crítica y público, por cierto, una longevidad catódica que los guiñoles franceses ni sueñan con alcanzar, menos en un país que retiró a la monarquía de sus parrillas televisivas allá por 1789.