Aún en trámite de negociar los últimos flecos, la reforma laboral de Mariano Rajoy acaba de recibir el primer misil en su línea de flotación de la mano de su hipotética beneficiaria, la CEOE, cuyo presidente de la Comisión de Economía y Política Financiera, José Luis Feito, ya ha propuesto retirar la prestación por desempleo a cuanto parado rechace un puesto de trabajo, así sea en Laponia. La frase de Feito no sólo revela la nula fe de los empresarios españoles sobre los beneficiosos sociales que la reforma laboral traerá a corto y medio plazo, sino la irrefrenable tentación deslocalizadora que anida entre los dirigentes de la patronal.
En materia de política económica, los españoles hemos sido educados sobre pocos, pero extravagante principios, el primero de los cuales reza que en épocas de crecimiento económico el mérito corresponde a los empresarios, que son quienes en solitario generan riqueza dentro de la sociedad. En caso de recesión, entra en vigor el segundo principio, según el cual, la culpa es siempre del Gobierno de turno, en contubernio con la difícil coyuntura financiera. En otras palabras, se nos recuerda permanentemente quién crea empleo, pero jamás se nos informa sobre quién lo destruye.
En cuanto a los asalariados, su papel meramente contemplativo se resume en la extendida costumbre de utilizar la expresión “la mano que te da de comer” como sinónimo de ’empresario’. Con esta ecuación incompleta como santo y seña, a la sociedad española sólo le queda plegarse a las ocurrencias del pensamiento más Feito, que sin duda limitará al norte con la muy pujante Escandinavia, pero al sur lo hace con ‘Los santos inocentes’.
En mi última visita a Laponia, los precios de cualquier artículo de primera necesidad triplicaban exactamente a los vigentes en España. Sospecho que los sueldos también, pero esto último es disculpable teniendo en cuenta que allí no tienen una patronal capaz de elegir a Gerardo Díaz Ferrán como su representante en la tierra. España, no invoco tu nombre en vano. No hay otro país europeo capaz de generar tanto empleo basura en condiciones económicas óptimas como para que cuando éstas se esfumen el paro se quintuplique a velocidad record. Por otra parte, la diversificación de la actividad empresarial española queda acreditada en el hecho jurídicamente demostrado de que detrás de todo político corrupto hay uno o varios empresarios corruptores. Éste es el emprendizaje que nos deja Zapatero.
No hay empresario del año que, a la hora de recoger alguno de los innumerables galardones con los que periódicamente se agasajan entre ellos, no apele a su incombustible deseo de devolver a la sociedad parte de lo que ésta le ha dado, buenas intenciones de cuya sinceridad no cabe dudar pero que, desgraciadamente, rara vez se materializan en algo concreto. Dicho todo lo cual, es posible que toda persona en situación de desempleo debiera aceptar cuantas ofertas laborales le lleguen de Laponia, pero siempre a condición de que le acompañe en su viaje algún alto representante empresarial, con el fin de que adquiera la formación necesaria para crear esos puestos de trabajo “bien remunerados” que, siempre según Feito, florecen al norte del Círculo Polar Ártico, pero brillan por su ausencia al sur de los Pirineos.