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Alberto Moyano

El jukebox

Nadie debería gastar más de lo que esquilma

Invocando los principios de la economía doméstica, la Comisión Europea sostiene que no se puede gastar indefinidamente más de lo que se ingresa y tanto el PP y el PSOE están completamente de acuerdo. No obstante, el primero se ha empecinado en suplicar -serviría también ‘implorar’- ante las más alta instancias comunitarias que le dejen seguir haciéndolo un poquito más de tiempo. Con un consumo en caída libre, los tecnócratas de Bruselas han elegido España para demostrar que la anorexia aplicada a los países no es una enfermedad, sino una ciencia exacta. Si tú te ves famélico, pero tu Gobierno te diagnostica obesidad mórbida, el equivocado eres tú y hay datos irrefutables que pueden demostrarlo.

El método económico no se basa en la medición de tu índice de masa corporal, sino que el análisis detallado de tu nevera. No se trata de que te alimentes en función de lo que necesitas, sino de que lo hagas en la medida en la quepuedas permitírtelo. Mientras te mantengas bajo los rígidos parámetros establecidos estarás moribundamente sano. Todo el mundo sabe que España no rebajará ni en sueños su déficit en cuatro puntos en un sólo año, pero invertiremos buena parte de éste en fracasar estrepitosamente al precio que sea, previsiblemente, alto.   

Todo esto no sólo aburre enormemente, sino que alimenta las predicciones más catastróficas, algo que, al parecer, saben todos menos nosotros. El caso griego es paradigmático. Cuanto más cede Atenas en la aceptación de cada una de la condiciones impuestas por la Unión Europea, más desconfía ésta en su capacidad de que cumpla sus compromisos. El curandero te garantiza la curación de tus dolencias, pero cobrará al contado, desde la certeza de que al término del tratamiento deberás hacer frente a los gastos de tu propio funeral. Se ha dicho que Grecia era el ensayo de lo que más tarde sería España, pero es improbable que así sea, dado que se trata de casos opuestos. En el primero, se ponen a prueba los límites de la resistencia y en el segundo, los de la obediencia.  

Es alarmante que pudiendo poner el acento en que ningún país ingrese menos de lo que gaste, el principio se formule a la inversa: que nadie gaste más de lo que ingrese.  Lo que antes se llamaba estímulo, ahora se convierte en disciplina y lo que ayer eran incentivos, hoy es austeridad. El nuevo principio dicta de forma solapada que lo que ningún país debe hacer bajo ningún concepto es quedarse sin fondos de reserva para afrontar nuevos reflotes bancarios. De hecho, si nadie gastara más de lo que ingresa no existirían los bancos y si buena parte de éstos no hubieran gastado más de lo que esquilmaron no nos encontrariamos en esta situación.

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