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Alberto Moyano

El jukebox

Palabras en bancarrota que no podrán saldar su deuda externa

Resulta cada día más difícil nombrar un mundo tan escurridizo como éste a base de palabras que han estado viviendo por encima de sus posibilidades. ‘Hundimiento’ hace tiempo que dejó de tener sentido aplicada a unas bolsas en permanente caída libre; hablar de ‘reconciliación’ entre quienes jamás estuvieron conciliados no deja de ser un sarcasmo; apelar a los ‘recortes’ en relación a la sanidad o la educación universales y gratuitas mientras las dos son erradicadas por su propio bien se asemeja a un burdo disfraz; y pedir ‘disculpas’, propósito de la enmienda incluido, por algo que, a falta de mayor concreción, obedece a una forma de ser más que a otra cosa eviscera cualquier significado que se le quiera atribuir al término.

El eterno viaje de Rajoy al ‘centro’ ha terminado exactamente en el mismo punto en el que Fraga lo inició hace ya cuatro décadas; El ‘cese temporal de la convivencia’ es en realidad un divorcio irreversible en toda regla; y el creciente ‘descrédito’ de la política y el ‘desapego’ hacia los partidos se ha traducido en un ávido seguimiento en tiempo real de cuantas elecciones presidenciales se nos ponen a alcance del mando a a distancia, ya sean las estadounidenses o las francesas, como si decepcionados con nuestra Liga, buscáramos respuestas en la Champions.

A medida que los hechos estrechan su cerco, se dispara el diferencial de deuda entre lo que nuestras palabras significan y el despilfarro con el que realmente hacemos uso de ellas. Cabe preguntarse qué evoca exactamente hoy el término ‘fascista’ si quienes llevan décadas proclamando que vivimos bajo un estado que nunca ha dejado de serlo renuevan ahora con nuevos bríos sus votos de combate para denunciar que los mercados nos están empujando a las puertas del fascismo. A estas alturas, se nos ha dicho tantas veces que viene el lobo que su visita se ha convertido en cotidiana hasta el punto de que el día que no venga vamos a telefonearle, muy preocupados por su salud.

A punto de cumplir un año, los 15-M alcanzan la edad adulta al descubrir que la organización horizontal “es ineficiente e inoperativa”. Si hace doce meses nos hubieran contado que los que prometían ‘no dejarnos dormir si no les dejábamos soñar’ se iban a escindir entre acusaciones de “neofalangistas” nos hubiera costado un tanto creerlo, no digamos si desde fuera alguien les hubiera tildado de tal cosa. Al fin y al cabo, ninguna encuesta había detectado semejante auge de seguidores de ‘joseantonio’. A los partidos políticos que “no nos representan” al menos les queda el consuelo de recurrir al manido argumento de las discrepancias programáticas. Sin embargo, huérfanos hasta del más escueto folio que pueda pasar por tal cosa, los Democracia Real Ya -un lema que, por vaporoso, suscribiría hasta el propio Felipe de Borbón-, han de pasar por el bochornoso trance de atribuir su enfrentamiento a diferencias irreconciliables en torno al uso de Facebook y Twitter. Y todo esto cuando estaban a punto de ‘cambiar el mundo’. ‘Cambiar’ y ‘mundo’, he aquí otras dos palabras devaluadas hasta niveles de bono basura por culpa de una hiperinflacionista utilización de las mayúsculas.

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