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Alberto Moyano

El jukebox

De farola en farola, propongo otro brindis

El último país europeo en el que gobierno y ciudadanía actuaron al unísono fue aquella Grecia pre-intervenida en la que los contribuyentes se entregaron al fraude masivo y el ejecutivo, a la falsificación de las cuentas públicas. Desde entonces, ningún dirigente político ha conseguido sincronizarse con su pueblo, ni viceversa.

Asistimos a una suerte de juego en el que los gobiernos son elegidos mediante programas electorales que en ningún caso piensan cumplir por votantes que les odian desde el momento en el que depositan su papeleta en la urna. Una vez más, la excepción es España, en donde engañar al electorado está considerada como la máxima expresión de una descarnada sinceridad. Aquí no se trata de elegir la opción que mejor te representa, sino de perseguirla: ZP optó por aplicar tímidamente la política del PP y éste, por llevar al extremo la de ZP. Por cierto, Sarkozy ha conseguido en mayo lo que ni Rajoy pudo lograr en noviembre: perder unas elecciones contra Zapatero (por mucho que éste se presentara por persona interpuesta).

Así las cosas, resulta ocioso entregarse el análisis sociológico del comportamiento de los electores europeos sin incurrir de forma flagrante en los territorios de la ficción porque básicamente éste se reduce a votar en contra de quien ocupa el gobierno. Un estudio detallado de la evolución del voto en la zona Eurovegas demostraría que la gráfica reproduce a la perfección el trayecto de un borracho de vuelta a casa, esto es, de farola en farola. Cual miembros de una secta centroamericana, los líderes de la zona Eurovegas insisten en inmolarse uno tras otro en el altar de una política económica estéril. No obstante, cuán fuerte será su influjo que ni los más ambiciosos poltroneros han sido capaces de resistirse a sus encantos, si quiera, en legítima defensa.

Tras la derrota de Sarkozy, sobredimensionada como todo lo relacionado con el pequeño Nicolas, a Merkel lo mismo que en su día le pasó a Clinton: un francés se ha interpuesto en su camino. Sin embargo, así como el primer saxofonista rosa de la Casa Blanca consiguió salir airoso del envite merced a su encanto personal, la rudimentaria canciller alemana habrá de echar mano de otras armas para sortear la emboscada. Por decirlo finamente, Merkel se encuentra entre la espada y la pared, siendo aquella francesa y ésta, griega, si hemos de creer ciegamente en las profecías del Kamasutra. Y ahí le queríamos ver.

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