Cuando un movimiento ayuno de líderes, de programa concreto, de instrumentos para llevarlo a cabo en el caso hipotético de que lo tuviera y de opciones electorales para medirse asegura con gesto serio que durante el último año ha permanecido muy activo, “aunque no haya tenido visibilidad” es que o se ha deslizado a los márgenes de eso que llamamos percepción de la realidad o es que está infiltrado hasta el tuétano por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en tareas de desprestigio.
El 15-M -12-M tras los últimos recortes- es un programa de televisión. Es probable que siempre lo haya sido, pero en la noche del sábado fue retransmitido en directo bajo el patrocinio de diferentes marcas de productos disponibles en el mercado. Así, hubo ocasión de asistir a todo tipo de variopintas y estrafalarias escenas, aunque si tuviera que elegir, me quedaría con la del presentador anunciando la polémica portada de ‘La Razón’ en exclusiva… a vuelta de publicidad.
Antes de dejar que los ‘indignados’ se maten a asambleas, sus enemigos han decidido liquidarlos a besos. La revolución será en ‘prime time’ y zona ‘wifi’ o no será. En este sentido, contrasta el masajeo indiscriminado que las principales cadenas de ese imperio que se ha dado en llamar “televisión, manipulación” -La CNN, la BBC o TVE- dedicaban en sus portadas digitales a la concentración de Sol, con el tratamiento informativo deparado por el revolucionario ‘Granma’, que la obviaba en su portada, relegándola a noticia número once de su sección de internacional (sólo hoy, al hilo de la expresión “detenciones indiscriminadas”, la noticia saltaba a la portada del diario cubano, quizás sangrando por la herida).
Y aunque no nos iban a dejar dormir si no les dejábamos soñar, pero puestos a elegir, a partir de determinada hora optaron por ir a lo segundo y renunciar a lo primero: a eso de las cinco de la mañana quedaban 200 ‘indignados’ de los 40.000 reunidos horas antes. El resto se retiró, pasto de los bostezos, en el momento en el que la tele recuperó su programación de madrugada habitual.
A todo esto, el cumpleaños feliz del 15-M es exhibido a modo de prueba irrefutable de la conciencia cívica y movilizadora de la ciudadanía en general y de la juventud en particular, como si el happening narcisista fuera una respuesta proporcionada a la situación económica, por no mencionar los estragos padecidos durante los últimos meses en materia de derechos viviles y laborales. Alguien quiere que los ‘indignados’ sigan soñando, pero eso sí, sólo soñando.