El imparable proceso de evisceración del significado de las palabras hasta que alcanzar ese punto en el que ya valgan lo mismo que los productos financieros que ofertaba Bankia -o sea, cero-, ha encontrado en Andreíta Fabra un nuevo hito. La hija de su padre califica su inmortal “que se jodan” de mero reproche, una muestra de la modestia con la que la ilustre familia gestiona lo mismo el patrimonio público que la lengua común. Que el improperio estuviera dirigido a la bancada socialista o a los parados empieza a dar lo mismo. Su imaginativa explicación la emparenta con la de aquel juez que interpretó que un marido llamaba “zorra” a su mujer en el buen sentido de la palabra, sinónimo de animal astuto. Es precisamente en defensa de la libertad el motivo por el cual Rajoy confiesa que “no podemos elegir”. Este proceso de sustitución semántico no lo empezó la derecha soberbia, sino la izquierda impotente. En el momento en el que empezó a tildar de ‘revolución en las calles’ las interminables asambleas de Barrio Sésamo ser instaló un imán en la brújula. Hoy es el día en el que los ‘indignados’ aún discuten si los sindicatos policiales tienen un sitio a su lado, mientras Ricardo Sáenz de Ynestrillas se debate entre si quiere más a UPyD o a Democracia Real Ya. Tampoco sería realista esperar grandes insurgencias en un país de natural manso y pastoril, cuyos mayores raptos de heroísmo a lo largo de la historia se resumen en un grupo de desarrapados que, abandonado a su suerte por sus mandos y rodeado por el enemigo, se hace aniquilar abnegadamente hasta el último hombre, si hemos de hacer caso a Pérez-Reverte. Pide Rajoy a sus conmilitones que vayan por la vida “con la cabeza bien alta”, una frase digna del epitafio de María Antonieta, pero que el traductor automático de Google-castellano-Google vierte al español como “que se jodan”. Mientras tanto, el juez del caso Urdangarin aclara que no citará a declarar a la infanta porque sería “morboso”, una excusa inédita incluso dentro de la pintoresca jurisprudencia española y a la que hará bien en aferrarse el equipo de abogados de Isabel Pantoja. España produce su propia pereza en cantidades suficientes como para autoabastecerse durante décadas. Si Wagner da ganas de invadir Polonia, intenten recordar el nombre de algún compositor que produzca idéntico efecto respecto a España. Si lo encuentran, me compro la integral.