No es que las redes sociales nos hayan convertido en mejores personas, sino en más fugaces. Pasamos de un lado a otro a tal velocidad que apenas da tiempo a vernos, lo cual, difumina nuestros defectos, en el mejor de los casos, nos hace aparecer más bellos. En el ecosistema de los sentimientos, el odio se encuentra en vías de extinción víctima de la rabia, mucho más manejable. Así como el primero necesita de un tiempo de maceración imcompatible con el trepidante ritmo de vida Trendign topic, la segunda funciona a la perfección como sucedáneo, con la ventaja añadida de que el virus desaparece a las veinticuatro horas. Y lo mismo sucede con cualquier otro sentimiento. Acción-reacción ha dejado de ser una espiral para convertirse en un puré. En el mundo de internet ‘indignación’ y ‘solidaridad’ son los únicos valolres permanentes y aunque desconocen el significado de la fidelidad a una causa, lo compensan mediante una versatilidad que les permite adaptarse a cualquier situación. Aún no ha aparecido Marta del Castillo (Todos Somos) y ya está llamando a la puerta José Bretón. Para cuando quieres indignarte con el diputado que malvive con 5.100 euros al mes resulta que ya ha pedido disculopas; para cuando te sublevas contra Andrea Fabra resulta que ya ha aclarado que lo suyo sólo fue un malentendido; en el momento en el que vas a hablar de Sánchez-Gordillo te percatas de que es inútil porque ya lo está haciendo él mismo en tres tertulias simultáneas; y apenas has empezado a recriminar su comportamiento a Ibazeta, cuando aparece con su dimisión. Me pregunto qué sentido tenía celebrar la Eurocopa si estaban a punto de empezar los juegos Olímpicos. Sólo vigoréxicos de los escándalos tipo Urdangarin están en condiciones de asegurarse una cierta continuidad en la lista de temas más comentados y a veces, ni eso. Navegar por las redes equivale a embarcar en una lancha rápida. Cuando Andy Warhol proclamó que todo el mundo tenía derecho a sus quince minutos de fama estaba hinchando las cifras por mucho que la democracia mediática sea una madre generosa que nos ama a todos por igual: con treinta segundos vamos que chutamos. Al fin y al cabo, hagas lo que hagas, digas lo que digas, llegas tarde: alguien se te ha adelantado y lo que es peor, alguien te ha sustituido. La pregunta no es ‘¿te has enterado ya?’ sino ¿te acuerdas aún?