Tras las últimas incorporaciones, la lista de sospechosos de traicionar a los muertos desborda ampliamente a la de los propios muertos. El propio Grande-Marlaska -que quizás no era tan grande, sino que la tele engorda, y que en adelante se quedará simplemente en Marlaska a secas-, se ha sentido en la pasmosa obligación de explicar en persona a la presidenta de la AVT la decisión tomada por la Audiencia Nacional en torno al caso Uribetxebarria antes incluso de que se hagan públicos los fundamentos de la sentencia.
Frente a quienes sostienen que el preso de ETA ha sido puesto en libertad condicional en virtud de algún acuerdo secreto entre Rajoy y Josu Ternera, queda la intuición de que simplemente se haya aplicado la ley. Si ha sido en función de intereses políticos, habría que añadir que como es habitual en este país. En cuanto al ex recluso, su agradecimiento a Euskal Herria puede llevar a sus otros trece compañeros enfermos a preguntarse qué está pasando ahí fuera si en un futuro más o menos próximo el Gobiero no accede por igual a su excarcelación.
En cualquier caso, la Asociación de Víctimas del Terrorismo se enfrenta a una situación en la que, además de convocar sus habituales manifestaciones -y a esta hora aún no se tiene noticia de ninguna en contra de la excarcelación de Uribetxebarria-, debería quizás ir barajando la posibilidad de presentarse a las elecciones. Nada más legítimo y esclaredecor que la disputa dialéctica entre -pongamos el caso- Ángeles Pedraza y Mari Mar Blanco en la lucha por el escaño. La AVT debe asumir que descartar esta posibilidad conlleva la renuncia a tomar las decisiones que corresponden al gobierno elegido por sufragio universal. Tiene a su favor un corpus teórico interminable, repasemos: “sin violencia, todo es posible”; “en democracia, los objetivos deben atenerse a los procedimientos”; “se puede cambiar el sistema, pero siempre desde dentro”, etcétera. No sigo para no aburrir.