Los musulmanes no sabrán lo que es sufrir una auténtica vejación religiosa hasta que les lleven a la mezquita a cantar canciones de Simon y Garfunkel. En esto, como en casi todo, los cristianos van unos cuantos siglos por delante, basta imaginar cómo reaccionarían si hubieran tenido que soportar a Camilo Sesto interprentando a Mahoma en un musical inspirado en la vida del profeta.

Entre los fieles del Islam hay de todo, entendiendo por ‘todo’ a dirigentes medievales que defienden el uso de la energía nuclear para fines pacíficos y de la piedra para las lapidaciones por voluntad de dios. Vivimos en un mundo absurdo en el que hay que discutir sobre la desintegración del átomo con sujetos que aspiran a que hombres y mujeres caminen por las calles de las ciudades separados por un muro de hormigón, tal es la tensión sexual no resuelta con la que acuden a orar cinco veces al día. Alá es grande, pero bastante liviano; son sus seguidores más acérrimos los verdaderamente pesados.

En efecto, hay revistas satíricas que se mofan del profeta -y una vez más sus incondicionales se pueden dar por afortunados, al menos no tuvieron que soportar a Mingote-, pero también hay sujetos que con gran humildad se proclaman nada menos que militantes del “partido de dios”, el equivalente musulmán a nuestro “partido del siglo”. Hacerse mayor implica aceptar que la sátira y el mal gusto forman parte del paisaje, que es imposible circular por el mundo sin sentirse ofendido y que eso de ‘hágase tu voluntad así en el cielo como en la tierra’ no pasaba de ser una forma coloquial de hablar.

Todos comprendemos que los devotos de cualquier superstición religiosa aspiren a someter al conjunto de la población mundial a sus absurdos dogmas, pero para deberían asumir con resignación, bien cristiana, bien musulmana, que eso es algo que no va a suceder. Si los islamistas se sienten ofendidos por un amago de cortometraje hasta el punto de provocar una veintena de muertos desatando turbamultas lo mejor es que renuncien a conectarse a la red. Al fin y al cabo, si lo piensas bien, internet te roba al cabo del día mucho tiempo que bien podrían invertir en lectura de El Corán, inch’allah.