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Alberto Moyano

El jukebox

Una jornada particular

Ayer era el día adecuado para citar con los clásicos aquello de que «el mundo se derrumba a nuestro alrededor y nosotros nos enamoramos», pero así como la primera parte de la frase resulta indiscutible, no está claro que las dos películas proyectadas a concurso llegaran a seducir. El Zinemaldia ya vuelve a parecerse a sí mismo tras el inicio más rutilante que se le recuerda. Mientras la huelga general paralizaba una parte indeterminada de la actividad laboral en la ciudad, intramuros la jornada de servicios mínimos se desarrollaba dentro de la más estricta normalidad democrática, sólo interrumpida por las exigencias de Bahman Ghobadi en torno a la copia de su película. Dicen que el pobre está incubando a un autor.

China de copago. En la Sección Oficial, la primera de feria fue «All Apologies», de Emily Tang, una película que ilustra el estricto funcionamiento del copago sanitario en la China socialista, tan similar al deshumanizado sistema sanitario estadounidense y que tanto en uno como en otro caso se resume en una frase inmortal, no como el paciente: «O abonas el repago, o deja libre la cama y vete del hospital». Para colmo, «All Apologies» se despide con un artificio narrativo consistente en un rótulo en el que se informa que el violador fue condenado a prisión, una sanción que, en el contexto de la película, no se intuye ni remotamente que se le vaya a imponer. La censura franquista ya hizo algo parecido con «La huida» de Sam Pekinpah, cuando sobre la imagen de Steve McQueen y Ali McGraw huyendo a México con el botín, sobreimprimió que ambos acabaron pagando sus crímenes.
Ghobadi, no a la guerra. El segundo título a concurso fue la turca «Rhino Season», de Bahman Ghobadi, que cuenta por Conchas de Oro sus participaciones en la Sección Oficial del Zinemaldia. No parece que esta vez vaya a tener tanta suerte, aunque ya se sabe que los caminos del jurado internacional son inescrutables. Dicen que su trayectoria ilustra el camino que va entre «tengo una historia y la voy a contar en una película» y «tengo que hacer una película, a ver qué historia encuentro».

Nos pone en el mapa. La huelga obligó a tirar de taxidrivers, en cualquier caso, también en servicios mínimos. En contra de lo que se pueda pensar, tampoco este sector está del todo contento. Es más: está cabreado. En un sondeo aleatorio, a la pregunta de qué tal va el trabajo durante el Festival, responden indefectiblemente: «Fatal, mejor que no hubiera. Entre que la organización pone a disposición de la gente del cine sus propios coches y que cortan el tráfico en varias calles, te pasas toda la mañana para hacer sólo dos servicios». Si el Zinemaldia ya tampoco es una fuente extra de ingresos para la ciudad, al menos nos queda el argumento de que nos pone en el mapa. Digan lo que digan, no nos cogerán vivos.

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