Tiene que ser un tanto desalentador para Mariano Rajoy asumir que el principal acto de campaña del PP en Donostia no es el que el propio Mariano propinó ayer en San Telmo, sino el que Julio Iglesias, otro gallego de pro, oficiará este fin de semana en el Kursaal. A precios incluso superiores a los que el peatón medio abonaría por escapar de un recital del registrador de la propiedad. Y para mayor pedrigrí, Julio llega a San Sebastián tras declarar ante un juez en relación a unos supuestos chanchullos perpetrados en connivencia con el también afroamericano Eduardo Zaplana, en los tiempos en los que este último aún era el primer presidente autonómico de color. Y ya se sabe que el electorado ‘popular’ siente especial debilidad hacia sus líderes perseguidos por causas económicas.
Julio Iglesias forma parte del acervo cultural de este país. Desde al menos ‘Me olvidé de vivir’, el rapsoda de Miami simboliza el tránsito de la ‘canción protesta’ a la ‘canción lamento’ de la que aún no hemos salido. No es que temazos como ‘Lo mejor de tu vida me lo he llevado yo’ se conserven igual de tersos que el primer día, es que ahora lo que procede es cantarlas arrodillado sobre una alfombrilla y de cara a Bruselas. Por recurrir al lugar común, Julito es el único cantante español que uno puede -para ser más exactos, no puede evitar- escuchar en cualquier aeropuerto del mundo, esos espacios cerrados en los que los derechos civiles quedan en suspenso.
El artista y la ciudad comparten infinidad de rasgos que dan como resultado un mismo carácter. A saber: los dos parecen haber sufrido un devastador incendio en 1813;’De niña a mujer’ podría ser el título del enésimo libro de Javier Sada sobre la historia de San Sebastián; los dos se dejan fotografiar tan solo un perfil -el derecho, en el caso del cantante; La Concha, en el de la ciudad- y si el artista nos puede atizar en cualquier momento con ‘Gwendolyne’, nosotros tenemos una parada de autobús bautizada como ‘Melodi’, su hermana gemela. Por otra parte y atendiendo a las cifras de conquistas amorosas que maneja en su biografía, no sería aventurado proclamar que estamos ante un pionero del ‘puerta a puerta’.