Siguiendo las precisas instrucciones de Basagoiti de no hacerle la campaña a Bildu, Instituciones Penitenciarias ha suspendido las comunicaciones de Otegi por su intervención en el mitin del BEC, demostrándose una vez más que la pretendida influencia del líder del PP vasco en la política antiterrorista de Madrid está restringida a los happenings que periódicamente diseña para ‘Salvados’. Antes de continuar, una aclaración: Otegi no es el candidato que aparecía ayer jugando al baloncesto en una silla de ruedas, pese a la estética un tanto patibularia que ofrecía la estampa de Urkullu

Es evidente que la izquierda abertzale en general y ETA en particular están intervenidas hasta el tuétano por las FSE, pero la infiltración no es recíproca. En el caso del Gobierno, cada una de sus torpezas es atribuible en exclusiva a un carácter que, siendo benevolentes, podríamos calificar de primario y bruto. Si cada vez que se emita una grabación de Otegi -obtenida con su permiso, digo- se le va a penalizar a bombo y platillo, sus palabras acarán disparándose en el mercado de valores, un tanto devaluados para el resto de los discursos. Por otra parte, cabe preguntarse qué clase de astuta intervención de las comunicaciones se ejerce sobre el reo, que no detectó en el momento de producirse lo que de forma palmaria era una grabación de manual para mítines.

Obligados a competir en las urnas con un señor condenado por una serie de delitos más o menos vaporosos, que ni siquiera se puede presentar a las elecciones -y por lo tanto, perderlas- y al que el imaginario popular coloca en una lúgubre mazmorra, el resto de los candidatos tan sólo disponen de un dinero prestado por los bancos para montar un atril en cuyo fondo figurarán un desnutrido grupo de jóvenes invadidos por el tedio, prestos a agitar las banderitas en cuanto avise el regidor. El agravio comparativo es flagrante y la desigualdad de oportunidades, mutua, por más que, en efecto, otros la padecieron antes. Con espectaculares resultados, todo sea dicho.