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Alberto Moyano

El jukebox

No sé si tú fuiste, pero ellos perdieron igual

Ayuno de grandes logros en su papel de retaguardia del Gobierno de Patxi López, difuminada por renqueante su papel en la lucha antiterrorista, urgido a obviar como fuera la nefasta política anti-crisis del Gobierno Rajoy y con un candidato especializado en convertir ‘Salvados’ en un spin-off de ‘Vaya Semanita’, el PP vasco se presentaba a las elecciones del pasado domingo sin que estuviera clara la necesidad de que lo hiciera. Así las cosas, los ‘populares’ se vieron en obligación de tejer de urgencia un argumento en el que Urkullu habría de interpretar el papel de bestia separatista, todo un ‘tour de force’.

Para su desgracia, en ocasiones la realidad no colabora en los castings y no parece que Urkullu esté llamado a interpretar el papel de amenaza latente. Pese al empeño de Basagoiti en demostrar que el candidato del PNV maneja una agenda oculta, lo cierto es que ninguno de sus contricantes ha logrado demostrar que Urkullu tuviera si quiera una agenda a secas. En un úlitmo intento desesperado, se trató de presentar al candidato del PNV como el terror de los pensionistas, pero tampoco hubo tema: en unas elecciones en las que básicamente se han abstenido los jóvenes y han votado los mayores -Gasco dixit-, Urkullu se ha impuesto con claridad. “Si tú no vas, ellos ganan” era el lema de los populares, una variante del “Castígales con tu voto” de la Herri Batasuna de los años ochenta. El resultado de todo este despropósito se conoció el mismo domingo por la noche. No se sabe quién fue a votar, pero parece diáfano quién perdió. En un rapto de humildad impropio de alguien del mismísimo Bilbao, Basagoiti se apresuró a atribuir el triunfo del PNV al voto anti-Bildu, pasando por alto de forma deliberada la posible incidencia del voto anti-PP.

Todo esto ha despertado en Madrid la nostalgia por los viejos buenos tiempos, aquéllos en los que quien perdía las elecciones de forma holgada era Jaime Mayor Oreja. Los defensores de esta teoría se amparan en un par de folios que recogen prolijas comparativas de votos y escaños. Pues hay que decirlo cuanto antes: si alguien echa de menos en las contiendas electorales al ahora eurodiputado son sus rivales. Nadie ha elevado la participación en unos comicios a los niveles de Mayor Oreja, quien si bien es cierto que mejoraba las prestaciones actuales del PP, arrastraba el lastre de disparar el apoyo a sus rivales hasta niveles nunca vistos antes. Sólo la presencia de alguien tan anticarismático como Jaime Mayor Oreja puede erizar la movilización del taciturno electorado porque a estas alturas, no hay propuesta política propia que concite tanta ilusión en el votante como la demolición de la ajena.

Todo esto se observa en Madrid con perplejidad, cuando no con indignación. No es que Mayor Oreja y María San Gil sean incompatibles con Basagoiti, sino que lo son con Rajoy. Desde Euskadi, es un argumento recurrente alegar que en Madrid no se comprende lo que pasa en el País Vasco, pero la realidad es mucho más estrambótica: desde Madrid ni siquiera se comprende lo que sucede en Madrid.

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