A veces me pregunto qué habrá sido de Abu Willy, el supuesto pirata somalí cuya edad real costó tanto determinar que para cuando finalmente se consiguió, mediante exhaustivas mediciones del fémur, el tema ya no interesaba, de forma que nunca supimos si ingresó en prisión o en un centro de menores. Sí, las noticias ahora llegan antes, pero se van a toda prisa. La inmediatez es un concepto que está mucho más íntimamente ligado a la digestión de la información que a su ingesta.
Las nuevas tecnologías nos han convertido en artefactos explosivos de mecha rápida y detonación meliflua. Cada vez que un medio on line publica una noticia al instante de producirse corre el riesgo de ser aporreado de inmediato por los enfurecidos lectores con los principios básicos que obligan a contrastar cada uno de los datos que conforman una información; si se demora en su publicación, será acusado de ignorar la realidad, cuando no de ocultarla.
El flujo informativo no genera comportamientos, sino que los justifica: primero nos indignamos, luego ya recopilaremos los motivos en colecciones interminables. Nuestro estado de ánimo ya no se define por el estado de shock, sino por el imperio del show.
Llegará el día en el que los períodos históricos se medirán en Trending Topics: “Don Juan Carlos reinó durante 37.578 TT” o “Rajoy gobernó desde el tuit del Bisbal sobre las pirámides hasta el unfollow global a Alejandro Sanz”.
Los acontecimientos se amontonan por lotes y si Rato nos colocó el viernes a un paso de la revolución, hoy, lunes, estamos despidiendo a Enrique Meneses con odas al periodismo que nunca leeríamos por falta de tiempo. Entre uno y otro, tuvimos la entrevista del rey, el niño muerto en la cabalgata malagueña y los goles de Xabi Prieto.
Ahora mismo, no sabría ordenar de mayor a menor importancia estas tres noticias, así que me acogería al criterio infalible de su repercusión, medida en hastags. En el caso de los obituarios, la importancia del finado viene determinada por el número de veces que ya se había ‘muerto’ en Twitter de forma preventiva. Así, Enrique Meneses sería algo más importante que Arturo Pérez Reverte, pero un poco menos que Manu Leguineche. No es que ‘The Show Must Go On’, es que no ya no hay quien detenga esta locomotora enloquecida.