El nombramiento de Jonan Fernández como director del área de Paz, Convivencia y Víctimas ha desatado ya una oleada de críticas por parte de PP, UPyD y varias asociaciones de víctimas del terrorismo, justo cuando aún faltan 99 días para que se cumplan los cien de cortesía que se otorga a cualquier nuevo cargo. Las razones giran en torno a que hace veinte años fue concejal de HB -y su presencia en el nuevo Gobierno Vasco certifica que ya no lo es-, y a que siempre ha defendido la “teoría del conflicto y la equidistancia”, dos reproches a los que tampoco ha sido ajeno el propio PNV, lo que convertiría su nombramiento en un ejercicio de coherencia, a ojos de los acusadores.

Sí sorprende que el pasado de Fernández pese más que el de tantos y tantos ex militantes de ETA, en su rama político-militar, reconvertidos ahora en cuadros de unas cuantas formaciones políticas o incluso miembros de todo tipo de organizaciones, incluidas las más insospechadas. Y ya puestos, sorprende aún mucho más que ninguno de ellos tenga dato alguno que aportar a la hora de aclarar uno solo de los 134 crímenes de ETA sin autor condenado cuyo esclarecimiento reivindican legítimamente AVT y Covite, más aún teniendo en cuenta que la mitad de ellos se perpetraron entre 1978 y 1980, período en el que aquella organización alcanzó sus máximos niveles de actividad armada. Dicho en otras palabras: resulta del todo imposible sustraerse a la sospecha de que en algún despacho de alguna sede política hay alguien que podría ayudar a restablecer la verdad en al menos un caso y no lo ha hecho, entre otras razones, posiblemente porque nadie le ha preguntado.

Es obvio que los miembros de la actual ETA no podrán protagonizar un hipotético regreso a la vida civil en las mismas condiciones en las que lo hicieron los ‘polimilis’, pero esto atañe exclusivamente a razones históricas, policiales, judiciales y hasta de (in)oportunidad política si se quiere, pero en ningún caso a elevadas causas éticas o morales, al menos, si aceptamos que el terrorismo siempre fue inaceptable. Apuntado queda, por si conviniera recordarlo. En cuanto a Jonan Fernández, seguro que su actividad le hará acreedor a merecidísimas críticas, pero lo procedente es aguardar a que empiece a desarrollarla.