He visto a los mejores cerebros de mi generación sentenciar sin fisuras que Agirretxe es un ‘paquete’ y bramar contra Montanier en términos de ‘gabacho’ por no alinear a Rubén Pardo, y acto seguido, proclamar que “somos de Champions”. En esta ocasión, creo que el uso de la primera persona del plural es preceptivo, a no ser que todo lo referente a ayudas públicas a sociedades anónimas deportivas pertenezca al género de las leyendas fantásticas. Por otra parte, cuando decimos que “somos de Champions” creo que a continuación deberíamos aclarar que lo hacemos en el mismo sentido que cuando fuimos “de Primera” durante los tres años que pasamos en Segunda. Tergiversar el lenguaje es algo que todos hacen: basta leer las crónicas sobre los tres equipos que descienden, escritas en términos de tragedia colectiva. Cuando veo que Michael Douglas contrajo el cáncer a base de practicar el sexo oral temo por la salud del periodismo deportivo.

En cuanto al entrenador, que se vaya: no hay nada más execrable que un triunfo alcanzado en contra de nuestros sabios consejos, en abierta oposición a nuestras atinadas, a la par que precisas, instrucciones. Además, se le ha visto encabezar una inenarrable conga, impensable en aquellos que, como Ormaetxea o Arconada, ganaban incluso ligas. Para tapar vergüenzas se recurrirá al manido “eran otros tiempos, el fútbol ha cambiado mucho”, como si las congas fueran jugadas de estrategia ensayadas en Zubieta. Aquellos versos que aconsejaban “conocer el triunfo y la derrota / y tratar de la misma manera a esos dos impostores” eran, sin duda, una broma. Lo mejor de todo es que el mismo equipo que pulverizaba hace 33 años lo que tuvo que haber sido el campeonato de la imbatibilidad ‘nos’ mete ahora en la máxima competición interclubes, entre peticiones de tambores de oro. Cuando el árbitro pitó el final del partido asistí a tal explosión de alegría popular que pensé que habíamos regresado a donde nunca estuvimos: el pleno empleo o algo así. Ahora, es lunes y “somos de Champions”, pero ya disculparán si había imaginado otra cosa. No logro dar esquinazo al maldito poema: “Si puedes mantener en su lugar tu cabeza / cuando todos a tu alrededor / han perdido la suya…”