El problema no es la persona, es el procedimiento. En principio, el hecho de que la única candidata a directora de Donostia 2016 que se sabía ganadora del concurso de selección incluso antes de que se convocara avalaría unas capacidades innatas en el terreno de la videncia muy adecuadas para un proyecto a tres años vista. Sin embargo, todo ha quedado irremediablemente feo.
En un mundo perfecto, la filtración de supuestos correos electrónicos de la interesada dando cuenta de la aceptación de un cargo que oficialmente ni siquiera estaba aún vacante y que, en consecuencia no se había sacado a concurso público, se hubiera resuelto con al menos con la renuncia de la interesada y, desde luego, con la elección de alguna otra persona libre de mácula y sospecha. Sin embargo, ajena al concepto de polémica, la oficina dio cuenta ayer de su decisión mediante un escueto comunicado -consensuado por las instituciones- en el que la noticia de la elección de la nueva directora ocupaba el mismo espacio que el anuncio de que en septiembre todos se trasladarán a la antigua sede de Bomberos. De los supuestos méritos acumulados por la nueva directora que le habrían permitido encaramarse a lo alto de lista y por encima del resto de competidores, ni rastro.
Consumada la tropelía y perdida la batalla del decoro, cabe esperar al menos que: 1) nadie impugne el concurso dado que explicar de forma racional ante un tribunal el décalage temporal del email prematuro ofrecería serias dificultades que amenazarían con devolver la ficha a la casilla de salida; y 2) el criterio digital haya servido al menos para dar con la persona idónea. ya prolongada inopia de Donostia 2016 ya sólo se puede ilustrar recurriendo a la anécdota irrelevante: ante la llegada de varios cientos de personas de los cinco continentes para asistir a un congreso en Donostia, la petición por parte de los organizadores de algún tipo de información, panfletos, trípticos o lo que fuera para repartir entre los participantes se saldó con un sepulcral silencio administrativo que se prolonga hasta hoy, una vez ya concluido el evento. No hubo respuesta, ni afirmativa, ni negativa, ni siquiera apelaciones a las penurias presupuestarias, sólo ese silencio de piedra pómez obsequio de los plusmarquistas de la participación ciudadana.