Hace justo un año escribí la primera entrega de ‘Presiento que tras la noche vendrá la duquesa de Alba’ ingenuamente ignorante de que, por justicia, habría de escribir una segunda. En aquella primera ocasión, varios concejales donostiarras de la oposición acudieron prestos a saludar a Cayetana Etcétera Etcétera, aprovechando su feliz estancia donostiarras. Unos por mera curiosidad, según dijeron; otros, a entregarle una camiseta de Donostia 2016, que tan merecidamente se había ganado y que, como todos sabemos, con tanto orgullo ha llevado por el mundo durante este último año.
Tanto Hugo Chávez arriba, tanto Hugo Chávez abajo, tanto bolivarianismo, tanta “nueva forma de hacer política” y, en definitiva, tanta desobediencia civil -a pesar del pabellón español que ondea en lo alto del mástil de Ayuntamiento- me habían terminado por convencer de que el asalto al Palacio de Arbaizenea para su devolución al pueblo era inminente. Por el contrario, me topo con la imagen del alcalde de Donostia y su asesora departiendo alegremente con la descendiente del duque de Alba, según se me había dicho siempre desde los sectores más concienciados de nuestro pueblo, la representante de la España más negra. Y todo ello en el marco de un restaurante en el que si coincides con la duquesa de Alba en calidad de representante del pueblo trabajador vasco es que uno de los dos está fuera de lugar. Y, sinceramente, no parece que éste fuera el caso de doña Fritz Etcétera Etcétera.
Desde una perspectiva nacional y de izquierdas -por recurrir a la entradilla habitual-, el cuadro es de auténtica vergüenza. Uno no puede estar haciéndose fotos con la duquesa de Alba y, a la vez, solidarizándose con los presos que a esas horas se estarían zampando el rancho carcelario. Saber estar es un arte cuya forma más elevada consiste en saber ausentarse. Por desgracia, en esta ciudad a cada cargo público le entregan un felpudo cuyo espíritu acaba devorando a su titular. Desde esta perspectiva se entiende mejor el cordial encuentro entre la izquierda transformadora y la venerable rentista. Hay documento gráfico, afortunadamente, no de audio. Por nada del mundo quisiera escuchar el clásico de raigambre Sazatornil “está usted cada día más guapa, señora duquesa” en boca de nuestro primer edil.