“Sí, soy de UPyD y no lo sabía, aunque estas cosas nunca llegan de sopetón. Algo te barruntas con las primeras señales. ‘Ya se me pasará’, piensas un día; ‘seguro que mañana estoy mejor’, te embaucas al siguiente. Pero con las pruebas en la mano, ya puedo anunciar sin complejos mi condición de tío ‘magenta’.

Supongo que contraje la dolencia en los salvajes años noventa, en aquellos tiempos aún había poca información, y exprimíamos la vida a fondo, sin más divisa que el ‘Ven y cuéntalo’. Hasta donde yo recuerdo, no hacíamos ni una cosa, ni la otra, pero eso sí: nos pegábamos la vida padre en aquella mítica Consejería de Turismo del Gobierno Vasco, el Rockola de Vitoria. En otras palabras: supongo que incurrí en algunas prácticas de riesgo.

Lo de contraer el UPyD tiene su cosa porque es una enfermedad silente hasta que ya es demasiado tarde, pero supongo que debí ver los primeros síntomas en mi repentina obsesión por evitar duplicidades. Así, cuando murió mi suegra, consolé a mi esposa recordándole que me las arreglaría perfectamente sólo con mi suegro. Cuando también éste falleció, aduje que para ella sería su padre, pero para mí era un ‘padre político’ y no es bueno que la gente se eternice en los cargos públicos. “Piensa que ahora está en el sector privado”, traté de consolarla.

No quedó ahí la cosa. Pronto me di cuenta de que era de los pocos que mantenía el mismo discurso en toda España, un discurso que se puede sintetizar en la comanda “camarero, dos birras, si es tan amable”. Aquí tuve que soportar más de una vez las chanzas del graciosete de turno: ‘¿Dos birras? ¿Pero no eran siete? Jejejeje… Disculpe, es que se parece usted un huevo al Toni Cantó’. Nada de todo esto menoscabó mi creciente falta de convicciones. Tras renunciar a las ideologías, abracé el mundo de las ideas, que pronto sustituí por el de las ocurrencias, el único que jamás me ha defraudado. En cuanto a la clásica división entre derechas e izquierdas, comencé a pensar si no sería más práctico empezar a moverme en términos de arriba y abajo.

Comencé a combinar las camisas de flores con los pantalones de cuadros y aunque me creía que iba de Johnny Rotten, mis amistades me confundían con Rosa Díez. Cuando empecé a peinarme a lo Maneiro -Gorka, no Tony- no me quedó más remedio que asumir que tenía un problema, así que me puse en manos de los mejores especialistas. “Tu caso nos interesa mucho -me dijeron-, aquí hay gente que te puede ayudar”. En eso estoy, jugando el partido más importante de mi vida.

Ahora he decidido hacer pública mi condición de UPyDero perdido en la esperanza de que mi caso sirva a la juventud como ejemplo disuasorio, a la vez que para decir “no estáis solos” a todos aquellos que, encontrándose en mi misma situación, no cuentan con el apoyo incondicional de una familia. Pienso que los políticos debemos ser los primeros en dar ejemplo, hay que romper barreras por la integración. Si yo mismo he terminado por aceptarme tal y como soy, estoy seguro que con el tiempo también vosotros lo haréis.

He aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas que nos brinda el bar del Congreso a precios aún más pequeños y a vivir cada día como si fuera el último de la legislatura. Quiero que sepáis que seguiré luchando y que vuestros mensajes de apoyo me dan mucha fuerza. Ahora, también os digo que es imposible ganar siete Tours sin ser de UPyD, se pongan como se pongan.

Un fuerte y aforado abrazo”.