Hubo una época en que una ardilla podía cruzar la Península Ibérica de norte a sur sin tocar el suelo, pero la galopante desforestación y la progresiva mengua de las especies ha obligado a reformular el prodigio, aunque en similares términos: ahora cualquier sabandija puede atravesar el siglo XX español sin rozar el suelo ético, en este caso, un osario en formato de fosa común.
Así, el portavoz adjunto del PP en el Congreso, Rafael Hernando, sostiene que “la República llevó a un millón de muertos”. La ciudadanía eligió república, ergo algo había que hacer, quién sabe, quizás, una matanza, viene a decir el portavoz popular. Pues sí: el impérativo categórico está de vuelta, aunque Kant no lo reconocería en boca de Hernando. El extravagante criterio contable tiene como primer efecto descuadrar los balances ya que si “la república llevó a un millón de muertos”, habrá que achacar el millar de víctimas causadas por ETA en sus diversas ramificaciones al franquismo, esa interminable noche en cuya existencia la organización encuentra su origen.
Se reprocha a la Izquierda Abertzale la asimilación en su discurso de la peregrina idea de que ETA mató porque no le quedó más remedio. Hernando ha llegado a la misma conclusión respecto a la dictadura y la República. Por otro lado, bien es cierto que estirando la lógica del dirigente popular y, a continuación, retorciéndola un poco más, ETA también aparecería como la ineludible consecuencia de la República, lo cual, ya de paso permitiría seguir exonerando al franquismo de cualquier responsabilidad.