Tal vez resultaría anómalo que la Guardia Civil recibiera con una paellada a los extenuados inmigrantes que llegan a las costas españolas y a pelotazo limpio a los ex ‘golpistas’ que toman sus cuarteles para celebrar el 33 aniversario de un golpe de estado. Lo que sí sería esperable es que de existir tal organismo sustituyera al benemérito cuerpo en lo alto de la lista de instituciones mejor valoradas por la ciudadanía. Por desgracia no es así y la población española continúa mentalmente postrada ante una Guardia Civil perfectamente maltratada por sus mandos y tantos de sus miembros. Dar pábulo a todas las versiones oficiales más o menos rocambolescas en las que se ha visto envuelto el cuerpo fundado por el duque de Ahumada te convertiría en un adicto a Tolkien como exponente del hiperrealismo. En el caso de la tragedia de Ceuta, he perdido ya la cuenta del número de versiones que han ofrecido tanto el director del Cuerpo como el ministro del Interior, pero las estimaciones más conservadoras hablan de unas cinco, todas incompatibles y contradictorias entre sí.
En cualquier caso, lo que no se ha registrado es ni una sola de las querellas que anunció el primero de ellos contra todo lo que se apartara del cambiante relato de unos hechos que, por lo demás, fueron registrados por unas cámaras de vídeo. También en cuestión de honor el amagar y no dar forma parte de la tradición de una institución que periódicamente encaja sin parpadear todo tipo de acusaciones sobre los más horrendos delitos, bien por parte de antiguos detenidos, bien por parte de médicos forenses. Aún más: toca explicar cómo es que la actuación en la que murieron no menos de quince personas para evitar que entraran doscientas fue impecable y también lo es cuando los que invaden el territorio nacional lo hacen de quinientos en quinientos sin que se registre una sola víctima. Dicho de otra forma: o la primera actuación fue criminal o la segunda, negligente, quién sabe si incluso cómplice.
En cuanto a la paellada de los ‘golpistas’ celebrada en dependencias militares, nos hemos tenido que enterar -y aquí incluyo al ministro del área- por la prensa, como no podía ser menos en todo lo referente a un organismo que cuenta con su propio servicio de inteligencia. No resulta excesivamente aventurado sospechar que las cifras del acumulado de muertos en las fronteras españolas palidecerían al lado de las que hubieran seguido al 23-F. By the way, me pregunto qué pasaría si ex convictos se reunieran en dependencias del Parlamento Vasco para una comidad de hermanamiento servida por personal de la Cámara y con servilletas al aire, a los sones del “Carrero voló”. Me pregunto, sí, pero ni loco me respondo.