Alberto Moyano
Extraordinaria secuencia de entrevistas la que organizó anoche Jesús
Quintero en su programa de TVE1. Tras arrancar con Ana García Obregón y
continuar con Federico Jiménez Losantos, cerró con el cantautor
nicarangüense Carlos Mejía Godoy y el escritor Antonio Gala.
Centrémonos en los dos primeros. Queda la duda de si compareció en el
programa la propia Obregón, una impostora entregada a la parodia o es
que no hay diferencias entre la una y la otra. Tras recitar un santoral
en el que Logroño rimaba con coño y Eramo con orgasmo, la bióloga
tuneada en pechos, labios y pómulos lanzó una batería de preguntas –en
castellano e inglés– a Victoria Beckham, a invitación del malévolo
Quintero, todo sea dicho. Y remitió a todos aquellos que la consideran,
simplemente, al catedrático de genética, «que siempre me ponía
matrícula de honor y sobresaliente». Y que por razones de edad estará
descansando en paz hace tiempo, si las matemáticas no fallan.
Jiménez Losantos, por su parte, relató su trillada trayectoria del
Partido Comunista a la derecha liberal (¿?), común a la de tantos otros
y por eso mismo, mucho menos interesante que la contraria, ilustrada
por Jorge Vestringe, ex ultraderecha, ex ‘número dos’ de Fraga y actual
¿socialdemócrata? ¿progresista? ¿antiglobalizador?. El campeón de la
Cope relató su secuestro hace un par de décadas a manos de Terra
Lliure, que se saldó con un disparo en la pierna, y glosó la figura de
su mentor radiofónico, el difunto Antonio Herrero. «Cuando Antonio
murió, se encontraba en una posición muy difícil porque se había
peleado con todos, con el PSOE y con Aznar».
¿Con todos ? No, porque una pequeña aldea en el Mediterráneo mantenía
intacta su fidelidad. Concretamente, Marbella, y más concretamente, el
GIL de Jesús Gil. Visto lo visto, hubiera sido interesante preguntar a
Jiménez Losantos por las extrañas lealtades de aquella «fuerza de la
naturaleza» que, al parecer, fue Herrero.
La entrevista concluyó con un par de garrotazos a Alberto
Ruiz-Gallardón y Baltasar Garzón, dos de las bestias negras del locutor
de la Cope, que volvió a definirse como no creyente.