Tres años después del abrazo entre el alcalde Juan Karlos Izagirre y Odón Elorza en el balcón del Ayuntamiento, los cuatro grupos municipales consiguieron ayer reunirse de nuevo ante las cámaras para mostrar su apoyo unánime al proyecto 2016. El precio a pagar por semejante logro fue consensuar un texto eviscerado de cualquier contenido que permitió que el acto se agotara en la propia foto. Presentar a estas alturas como fruto de un dura negociación el reconocimiento de que las cosas se han hecho mal y la enésima confirmación de apoyo al proyecto, así como la constatación de que éste debe ser de todos y que la Fundación debe dotarlo de medios suficientes para que salga adelante es decir nada o si se quiere ser benévolo, bien poco. En el aire permanecen las cuestiones que han llevado a la actual situación: el vacío de poder al frente de una Oficina que sus propios integrantes definen como un “barco sin capitán”, la acumulación de retrasos en torno al proyecto o la articulación de una fórmula que dote de presencia en la Fundación a la única formación municipal ausente del órgano rector de la Capitalidad, una decisión que proporcionaría a Bildu unos beneficios en materia de paz institucional muy superiores al sacrificio que pueda implicar la renuncia a uno de sus representantes.
En cuanto al formato elegido para escenificar tanta unidad, resultó cuanto menos extravagante. A la lectura compartida por parte del alcalde y representantes de las cuatro formaciones de los tres famélicos puntos pactados para su aprobación hoy en el Pleno Municipal, le siguió el abandono de la sala de todos los protagonistas del acto para su inmediato regreso, esta vez, en formato individual, a fin de someterse a las preguntas de la prensa. En tres décadas de profesión, no había visto algo igual. La excepción fue el portavoz del PNV, Eneko Goia, que se marchó sin realizar declaraciones tras mostrarse perfectamente incómodo durante todo el acto, lo cual resulta aún más sorprendente si tenemos en cuenta que es el concejal que mejor tiende a posicionarse en situaciones de conflicto. En cuanto al ‘popular’ Ramón Gómez, su primera intención también fue hacer mutis por el foro, quizás un tanto presionado por las declaraciones del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, la víspera en el Congreso. Sólo cabe atribuir a su buen talante que finalmente reconsiderara su postura. El socialista Ernesto Gasco lo hizo con la placidez que otorga ser el muñidor del acuerdo y mientras que Izagirre se atuvo estrictamente en sus respuestas a resaltar la importancia de la imagen de unidad. Una unidad que nadie se le escapa que hubiera podido saltar fácilmente a nada que se hubieran sometido todos juntos al turno de preguntas, tal es la precariedad del consenso. Por encima de lecturas voluntaristas, lo de ayer fue un ‘selfie’ y por lo tanto, marketing y propaganda, tan necesarios por otra parte. Eso sí: todos posaron ataviados con el logo de la Capitalidad. “Demasiada camiseta y cada vez menos gambeta”, que cantaba Andrés Calamaro.