No pude ver la entrevista de anoche al presidente uruguayo, Pepe Mujica, porque a esas horas estaba jugando con los cliks de Famobil que sustraje en el asalto a un hipermercado, pero leo perplejo que su denuncia de que “la patología de la izquierda es el infantilismo” ha causado una profunda conmoción. La entrevista se emitió justo el mismo día en el que se difundía un vídeo de Evaristo pidiendo el voto para una determinada formación con un argumentario malamente balbuceado impropio de un adulto y que ha quedado perfectamente resumido en la muy lapidaria frase de “para que se jodan los de siempre”. Al tratarse de un vídeo editado, asusta pensar en los totales de la grabación. Cabe preguntarse qué fue del feroz letrista de La Polla Records y, sobre todo, a quién se refiere con el ambiguo “que se jodan los de siempre”, dado quiénes son los únicos que se han jodido hasta ahora, por seguir con la terminología del ‘No future’ con hijos.

Volviendo al discurso de Mujica, el infantilismo que ensombrece a la izquierda se ha agravado desde que hizo síntesis con el síndrome del ‘hijo único’. Esto se traduce en un fatal simplismo que establece a velocidades de banda ancha tiránicas divisiones ante cualquier conflicto entre los buenos y los malos, siendo estos últimos todos unos fascistas. Qué decir del ‘adanismo’ lactante, que persuade a cualquiera que alumbre una propuesta de ser el primero en la Historia en formularla o de la inamovible convicción de que todo es posible y de que la necesidad de pactar con la realidad oculta revisionismo y abdicación. Repasemos el 15-M, que convirtió la Puerta del Sol en una estéril gela a base de procelosos debates votados a manita bailarina.

Mientras la derecha opera sobre lo que es, la izquierda se desangra en torno a lo que debería ser. Hasta ayer aún había empecinados voluntaristas que negaban la implicación de las FARC en el narcotráfico, atribuyendo las evidencias al imperialismo rampante. El principio de que sólo un diagnóstico afinado de la realidad permite abordar su transformación ha quedado arrinconado en favor de los discursos en modo ‘selfie’ en los que finalmente todo cuadra, de acuerdo con el esquema tradiconal de las nanas con las que se llevan siglos adormeciendo a los niños. Desde que los hermanos Grimm desplazaron a Marx, la izquierda anda pidiendo lo imposible, aún a sabiendas de la devoción de la derecha por los refranes: “Ante el vicio de pedir, la virtud de no dar”.  Dicho lo cual, brindo por un mundo de igualdad entre hombres y mujeres rodeados de fanáticos monoteístas, seguro sin necesidad de ejércitos ni policías, y limpio de energías contaminantes, aunque con calefacción y aire acondicionado para todos.