Lo tengo escrito varias veces, pero de vez en cuando conviene insistir: el oficio de donostiarra es un trabajo agotador. Para comprender en toda su dimensión el devenir de la ciudad es necesario ponerla por escrito, negro sobre blanco y, a continuación, leerla una y otra vez. Sólo así se roza la magnitud de la comedia.
Recapitulemos: el 17 de enero del presente año, miembros del colectivo Mugitu susituyeron el anuncio de DSS 2016 EU por un cartel contra el Tren de Alta Velocidad. El anuncio original, lo suficientemente críptico como para que no lo entiendan los foráneos y tan devorado periódicamente por la maleza que resulta del todo imposible cualquier intento de desentrañarlo, estaba instalado en una ladera del monte Igeldo, aunque no en la zona del barrio del que el primer edil de Donostia es vecino y pretende desanexionar de la ciudad porque una vez que asumió el cargo entendió que antes que persona es alcalde.
Esta primera ekintza generó su desconcierto. En un rapto de humor, el alcalde se deshinbió del asunto, no sin antes poner a disposición de la directora de Donostia 2016 las brigadas de limpieza cuyos servicios, ni que decir tiene, no fueron requeridos. A su vez, la Oficina de 2016 emitió un hilarante comunicado aclarando que la Capitalidad Cultural no se posicionaba en un principio a favor o en contra de ningún medio de transporte en general, ni de modalidad alguna de ferrocarril en particular. Es más: desde la Capitalidad Cultural se entendió todo este berejenal en clave de pujanza ciudadana y por lo tanto, de forma muy positiva.
El 26 de ese mismo mes, un grupo de ‘ciudadanos’ retiró el cartel en contra del TAV y restauró el anuncio de Donostia 2016. Ahora, el concejal socialista Denis Itxaso ha revelado que el grupo de elite encargado de restablecer la legalidad vigente en las laderas de Igeldo estaba conformado por el exalcalde Odon Elorza, los exediles Alberto Rodríguez y Jorge Letamendía y él mismo. «Era noche cerrada, hacía frío», ha contado Itxaso en un tono que remite directamente al «con viento de poniente» de Trillo con ocasión de la liberación del islote de Perejil. Ya años antes, el propio Elorza fue víctima de la iniciativa ciudadana en forma de pintadas insultantes en otro monte donostiarra, el Urgull. Por estos hechos, en principio más o menos habituales en cualquier ciudad, fue detenido nada menos que el presidente de la Asociación de Defensa del Patrimonio de San Sebastián, que cayó víctima del dispositivo de vigilancia de la Policía Municipal, por aquel entonces comandada por Ernesto Gasco –actual candidato a la Alcaldía e inexplicablemente ausente en la ekintza de enero-, mientras pintaba a golpe de spray leyendas tipo «Franco no ha muerto, gobierna en San Sebastián», «Odón deja Urgull en paz» o «Restaurante Aquarium, negocio privado en suelo público natural y protegido».
Y hasta aquí, los hechos conocidos, aunque inverosímiles. Para que el círculo se cierre sólo falta conocer las identidades de los miembros del colectivo Mugitu que usurparon el espacio de Donostia 2016 para colocar su cartel antiTAV. Si sus nombres resultaran conocidos estaríamos ante la sinfonía perfecta. Me pregunto qué estarán pensando los comisarios europeos sobre nuestra capitalidad, basada en el liderazgo compartido, la educación en valores, el acuerdo entre diferentes y la cultura para la convivencia. Y sobre todo, me pregunto: ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí?