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Alberto Moyano

El jukebox

Introducción al Esoterismo Dialéctico

La izquierda se fundó sobre el pensamiento racionalista. Los viejos pensadores de eso que se llama el Materialismo pudieron errar o no en sus análisis, pero siempre los formularon a partir del minucioso desmenuzamiento de la realidad. Todo esto ha desembocado en un choteo y puede que ésta sea la penúltima derrota progresista. A la pregunta de cómo es posible que jóvenes crecidos en el laicismo francés se hayan convertido en clérigos medievales, debe adjuntársele otra: cómo es posible que hijos de la Ilustración se abonen dos siglos después a cualquier hipótesis sin pies ni cabeza y la contrapongan en pie de igualdad a la realidad que construyen los hechos. Puesto en una encrucijada, ¿a quién vas a creer, a los Willy Toledo o tus propios ojos? Por cierto, resulta devastador pero también la creencia de que la educación derrotaría a los chamanes se ha revelado una falacia. Alumnos de los mejores colegios en la cima de la historia de la Humanidad en lo que respecta a la alfabetización y el acceso a todo proclaman sin rubor que, quién sabe, quizás en París hemos asistido a una coreografía perfectamente orquestada, bien por el Mossad, bien por el Estado francés, bien por todos juntos y revueltos, siempre en comandita, voluntaria o no, con cualquier entidad yihadista, con la CIA como maestra de ceremonias.

El fenómeno no es nuevo, pero tampoco resulta fácil determinar el momento de su alumbramiento. Es indudable que Oliver Stone ha hecho mucho daño, pero sería injusto responsabilizarle de que el «socialismo del siglo XXI» haya acabado hablando con los difuntos a través de un pajarito. No obstante, todo sucumbe ante el avance del oscurantismo: por más que hasta Silvio Rodríguez equipare los fanatismos yihadista y pinochetista de sus respectivos 11-S, nuevos analistas seguirán pariendo libros sobre los aviones que no se estrellaron aquel día. De paso, harán caja a sabiendas de que en este mundo no es posible concebir una estupidez lo suficientemente disparatada como para que no encuentre finalmente a su público.

En lo que respecta a España, las teorías del PCE para desacreditar la autoría de ETA en el atentado de Carrero Blanco implicando de paso a la CIA no cuentan: se formularon desde el cinismo y en legítima defensa, una forma de enmascarar su inoperancia antifranquista. En cualquier caso, la especie sigue viva actualmente en boca de «los que sí corrimos delante de los grises». Aquella enciclopedia del refranero español que fue Franco sentenció que «no hay mal que por bien no venga» y con esa frase hoy en día se harían auténticas virguerías que estragarían las filas de los conspiranoicos de izquierdas. El recurrente caso del 11-M sí estableció un modelo: se mezclan circunstancias e invenciones, se amontonan sin orden ni concierto a todos los supuestos implicados y cuando el castillo se derrumba, se concluye: «Tan sólo se trata de saberlo todo». Y en este todo, cabe todo, es un poco como la ‘diestra’ mano invisible’ del mercado trasplantada a la siniestra.

En cualquier caso, aquí ha habido un contagio. Hasta hace nada, el esoterismo era patrimonio de la ultraderecha. Sería muy triste que el ‘nuevo hombre’ hubiera acabado siendo el viejo patán de toda la vida. Hay que partir de un hecho: las conspiraciones están abocadas al fracaso. Todo el mundo sabe que cualquier secreto entre dos o más personas deja de serlo. De lo acontecido en París, la única certeza desde el minuto uno era la de que los astutos nos iluminarían con sus perspicaces análisis y que, como no podía ser de otra forma, todas ellas encontrarían su eco. A ver quién resuelve el imposible metafísico de transformar la realidad sin llegar siquiera a rozarla. ¿He dicho ya que todo esto es una pena?

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