En la Women’s March, las mujeres negras no eran lo suficientemente oscuras, las blancas no eran lo bastante pobres, las izquierdistas no distaban mucho de meras ‘progres’, las feministas resultaron ser amas de casa frustradas y las latinas, aspirantes a actrices del ‘starsystem’. De hecho, ni siquiera Angela resultó lo suficientemente Davis. En conjunto, una marcha de burguesas, diagnostican los supernumerarios de la izquierda europea, creyentes aún de que el Che Guevara nació en el seno de una familia de mineros.
Los sobrinos de Donald, hijos de Gilito, se debaten en un dilema: insistir en que el magnate no es peor que todos los demás o salir directamente del armario para proclamar su fervor por un palurdo venido a más. Por el momento, se inclinan por la primera opción, lo que les obliga a un agotador ejercicio de demostración de que todo de cuanto impresentable encarna Trump anida también, en mayor grado y peor versión, en en todos los demás: Clinton era igual de psicópata, Obama flirteaba con el KKK y Merkel es Hitler. El mundo se divide entre fascistas y ‘progres’, y por supuesto, los peores son los segundos.
Si a Trump se le ocurre decir que el Ala Oeste de la Casa Blanca es en realidad el Ala Este de la Casa Blanca, abstente de rebatirlo o serás acusado de ejercer esa superioridad moral tan propia de las élites cultivadas. No humilles a los palurdos, un respeto por los zafios que, teniendo acceso al conocimiento, prefieren revolcarse felices en su zafiedad. Los concursantes de ‘Mujeres, Hombres y Viceversa’, no digamos nada sus seguidores, son el pueblo y si no lo ves claro, vete a leer. Acabarás comprendiendo que ni siquiera la Casa Blanca es de color blanco; como mucho, blanco roto.