Alberto Moyano
A día de hoy, si el ciudadano busca un lugar solitario en el que
reencontrarse consigo mismo, resolver sudokus o hacer la declaración de
la renta, nada como un buen mitin. Las dos fotografías que DV
publica hoy en su página 36 –correspondiente a la información electoral
de EA aunque podría ser de cualquier otro– ilustra a la perfección el
significado cósmico de la palabra desolación.
Esta misma mañana la candidata del PP a la Alcaldía donostiarra clamaba
en la calle Loyola –peatonalizada a pesar de su oposición– no sé qué de
«con nuestros impuestos». Usandizaga parloteaba para las cámaras y para
una madre con un coche de niños. El resto de los peatones se limitaban
a esquivarla para entrar en la Fnac. La estampa carecía de originalidad
por cuanto la hemos visto en los cientos de películas del oeste que
emite ETB2 por las tardes, en concreto, es la escena en la que el
vendedor de crecepelo llega al pueblo y comienza a anunciar sus
productos-milagro.
Mientras tanto, el PNV se dispone a emular esos hornos modernos con
sistema de autolimpieza interior incorporado. El batzoki pirolítico ha
comenzado a funcionar, llevándose por delante al ya ex senador Víctor
Bravo. Para comprobar la eficacia de la pirolisis habrá que observar
con detalle los rincones.
Por ejemplo, el cabeza de lista en Donostia anuncia que dejará el
puesto si se demuestra que hay indicios contra alguno de los nombres de
su papeleta, nunca mejor dicho. Por ese lado, la cosa no tiene buena
pinta. Dicen desde el EBB que alguien que paga en una cuenta privada un
sexto de la deuda que había acumulado con la Hacienda es tan sólo una
víctima. Según esa misma lógica, el resto, los que pagan puntual e
íntegramente, serían pardillos.