Alberto Moyano

Desde 2001, el final de la Semana Grande donostiarra aparece unido al drama mediante un pequeño coche de juguete que en la mañana del lunes, 20 de agosto, estalló en el interior de un vehículo que circulaba por la calle Aldamar.

La pequeña carga de pólvora oculta dentro del coche de juguete segó la vida de
María Eraunzetamurgil, de 62 años, y causó heridas graves a su nieto Jokin, de diecisite meses, que -evacuado por el fotógrafo de DV Fernando Postigo- ingresó en el hospital con estallido de ambos globos oculares, fractura
de hueso frontal izquierdo con salida de masa encefálica y hemorragia
cerebral, múltiples lesiones post-traumáticas, presencia de cuerpos
extraños en los tejidos blandos de la cara y de objetos metálicos, así
como heridas traumáticas importantes en la mano derecha.

Siete años después, la investigación policial hace tiempo que dejó de emitir señales de vida. Las tres hipótesis barajadas en su momento -un juego de rol, un residuo de la ‘kale borroka’ y un episodio de ‘guerra sucia’-, y no digamos ya el hecho de que las tres cuenten con defensores, lo dicen todo sobre el mundo en el que vivimos.