Los bomberos donostiarras, siempre en la vanguardia, han editado su propio calendario con sus desnudos. Lo han hecho para recaudar fondos que permitan comprar un autobús para los jóvenes discapacitados de un distrito de Bali.
Cómo ha logrado convencer la ONG Kupu Kupu a los doce bomberos voluntarios para implicarse en tan remoto proyecto es algo que seguramente daría para una novela. Dejémoslo en que se morían pòr despelotarse por una buena causa.
El resultado no es todo lo redondo que cabría esperar. Tienen dicho los exégetas de los calendarios nudistas que el contexto lo es todo. Si las modelos son azafatas, deben llevar al menos el pañuelito de la compañía al cuello; si son mecánicos, la llave inglesa es imprescindible; y si son bomberos, qué menos que un hacha o la inevitable manguera.
En el caso de los doce valientes donostiarras, hay que decir que se limitan a posar con la mirada fascinada en estrambóticas poses dirigidas a resaltar los innumerables accidentes geográficos que adornan sus anatomías, desprovistos de cualquier ornamento. Como sucede en las exposiciones de arte contemporáneo, se hace necesario acompañar el calendario de un catálogo explicativo. No obstante, todo esto no quita para que, de ser necesario, el calendario en cuestión se incluya entre la documentación requerida para optar a la Capitalidad Cultural Europea 2016.
Más allá de los fines benéficos, este tipo de iniciativas debe entrar por derecho propio en el proceloso mundo de las relaciones laborales. Así, a la emergente tendencia empresarial de proponer a la plantilla la renuncia a la paga de navidad, ésta podrá contestar con un “no, pero si hace falta me desnudo para un calendario”. Y a partir de ahí, una vez fijadas ambas posturas, a negociar.