Tanto el triunfo electoral de Obama como el postmandato de Aznar se estudiarán durante años en las facultades de Ciencias, Políticas en el primer caso, Ocultas en el del segundo. Nuestro José María es el resultado que se obtiene cuando a la palabra Pensamiento le precede la de Tanque.

Anticipándose a los numerosos manuales que analizarán al dedillo la campaña electoral de Obama como ejemplo modélico, Aznar aborda ‘Vanity Fair’ para desmontar el mito y reducir el acierto estratégico a una cuestión de “exotismo histórico”.

Hay palabras que las carga el diablo y en el caso de según qué bocas, de uranio enriquecido. Por ejemplo, la melena caoba más importante de Occidente dice “exostismo” y es como si Freddy Krueger exclamara “sierra mecánica”. En cuanto a lo de “histórico”, baste recordar que Aznar era aquél que intentó introducir a España en la Historia por el ojo de las Azores.

Desde que prefirió a Rajoy frente a Rato para ponerle la Moncloa a huevo y el gran Mariano inauguró su colección de fracasos estrepitosos, Aznar ha entrado en una espiral autodestructiva de la que ni siquiera la Botella ha logrado sustraerle. Primero cuestionó la inconveniencia de combinar alcohol y conducción, luego negó el cambio climático y finalmente se empecinó en la estéril tarea de convertir a Bush en un estadista, justo cuando ni ya George W. tenía ánimos para reivindicarse.

Ahora, desde el epicentro de la crisis más grave desde la del 29, la melena incorrupta más famosa de Georgetown insiste en que Obama llevará al desastre la economía. Será si es que queda alguna tras el mandato de Bush.

En todo caso, toda esta sucesión de despropósitos tendrá consecuencias políticas: el día en el que el PP se segregue de la FAES, Rajoy se lanzará disparado hacia el centro como si saliera de un tiragomas.