1) Lo primero y más importante: el periodismo de autor lo ejecuta alguien famoso o popular que lo sea por cualquier motivo estrictamente ajeno al periodismo. En otras palabras, tiene que constituir lo que en otros casos se considera un ejemplo acabado de intrusismo profesional. En efecto, el periodismo de autor jamás puede estar firmado por un periodista.
2) El periodismo de autor se basa en el principio de que el periodista es un profesional apresurado, endogámico, instalado al límite del embrutecimiento y absorto en su profesión hasta el punto de centrar exclusivamente sus informaciones en los motivos que han convertido en noticia al personaje en cuestión: si es un músico, sus discos; si es un escritor, sus libros; si es un político, sus tareas parlamentarias.
3) El periodismo de autor hunde sus raíces en la prensa de corazón y bebe de dos fuentes originales: las entrevistas que Isabel Preysler realizó a famosos varios por encargo de la revista ‘¡Hola!’ allá por los años ochenta y los reportajes solidarios que permiten a los famosos viajar a cuenta de la publicación contratante en cuestión hasta remotos confines del planeta para posar con gesto comprometido junto a, por ejemplo, los habitantes de cualquier aldea y que, preferentemente, serán niños. Estos son los dos modelos seminales. El resto es tan sólo mera evolución del modelo.
4) Desde un punto de vista estético, hay un aspecto innegociable: en las imágenes aparecerán entrevistador y entrevistado relajadamente y en pie de igual, compartiendo protagonismo. El objetivo es transmitir la sensación -falsa o no- de hasta qué punto fue distentida la conversación, qué singular el encuentro, qué intenso el hilo de complicidad generado entre ambos y cuán propicio para las confidencias.
5) Desde el punto de vista del contenido, el autor del periodismo de autor recurrirá inexorablemente al modelo Quintero. Interesarse por los padres, por los abuelos, por la propia infancia, por los momentos más duros de la vida, por los más dichosos, por los orígenes (mejor cuanto más rurales) y por los hijos, cuestiones todas ellas rematadas por ‘qué le pides a la vida’ y similares. A todo esto se le llamará “gran sensibilidad del entrevistador” y “gran ‘striptease’ del entrevistado”.
6) A consecuencia de lo anterior a diferencia del (buen) periodismo a secas -que no se practica entre amigos-, el periodismo de autor esquiva cuidadosamente los aspectos más resbaladizos del interlocutor, sus contradicciones o sus ‘rincones oscuros’. El resultado suele ser un relato coherente -y por lo tanto, irreal-, reconfortante y en el que, hasta los episodios azarosos -pongamos, una enfermedad- cobran sentido: “He aprendido mucho”, “me ha cambiado del todo” o incluso “me ha hecho mejor”.
7) En este subgénero, el autor brilla siempre por encima del tema. De lo contrario, algo se está haciendo mal. Además, a diferencia de cualquier trabajo de periodismo, el firmado por un autor se publicita a bombo y platillo, independientemente de cuál sea el valor real del trabajo, en una decisión que es previa a la finalización del mismo.
8) El periodismo de autor florece en tiempos de descrédito del periodismo en general, en los que éste se ve tentado a recurrir a las llamadas ‘nuevas fórmulas’, resumidas en el mantra “si usted fue testigo, envíenos sus fotos y su testimonio”. Todo esto es al periodismo lo que los ‘troyanos’ a la informática, pero no importa porque por algún lado hay que empezar a innovar. El hecho de que no haya otra titulación superior sustituible por un año de Máster y su consiguiente devaluación laboral del oficio legitiman el esquema. En el modelo futuro, periodista será todo aquél que trabaje en aquellas informaciones en las que no hubo posibilidad recurrir a cualquier otro para que se encargara de hacerlo.