Tres autobuses recorren estos días Barcelona anunciando un par de buenas nuevas. Los dos primeros lucen un cartel que reza “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Han sido bautizados erróneamente como autobuses ateos, cuando el mejor de los casos no pasan de agnósticos.
Hay que decirlo desde el inicio: se trata de una estafa. ¿”Probablemente”? El adverbio introduce un margen de error que ni el Euskobarómetro. Teniendo en cuenta que estamos hablando de la posibilidad de pasar la eternidad en el infierno parece un recurso bastante elástico.
En determinados temas, la palabra “probablemente” retumba como un estampido en la noche, inoculando una dosis de zozobra inasumible, similar a la que, llegado el momento, generaría la frase: “Quítate el preservativo. Probablemente no tengo sida”. En este sentido, la frase consigue lo contrario de lo que pretende porque en ciertos asuntos, es exigible un mínimo grado de certeza por debajo del cual no hay tema.
El tercer autobús responde al contraataque de los evangélicos, bajo la leyenda: “Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo”. Contundente, pero excesivamente parabólica, al filo de lo ininteligible. ¿Qué significa “en Cristo” ¿Será una errata y en realidad quería decir “antes de Cristo”? ¿O quizás “en Casa Cristo”, a modo de sutil guiño a los usuarios de los barrios periféricos? Demasiado confuso para resultar efectivo.
No hace falta ser profeta para adivinar que una de las campañas o quizás las dos acabarán recalando en San Sebastián, dada nuestra querencia barcelonista. En caso de que así sea, sería lo suyo adosar los carteles preferentemente en la línea 25 Boulevard-Añorga, con parada en (el barrio de) El Infierno.