Cada legislatura es un mundo. La política es el arte de lo posible. Bla, bla, bla. PP y PSE sentaron ayer “bases sólidas” para hacer de PatxiLo todo un lehendakari.

La delegación socialista aguardaba en la entrada de su sede con la misma expresión que el novio espera en la puerta de la iglesia a que llegue su novia en avanzado estado de gestación. Allí estaban los hijos de “zETApé”, los que “traicionaron a los muertos” y los que se reunieron “con terroristas mientras éstos continuaban matando”.

Y llegaron los populares, los mismos que azuzaron el procesamiento de dirigentes del PSE por todo aquello y mucho más. Su felicidad era enorme. Como la de la novia que, ya vestida de blanco, se dispone a anunciar al novio: “Serán trillizos”.

El encuentro se produjo en un ambiente de besos y abrazos, con estrechamiento de manos para las fotos. Sólo faltó el reparto de puros. Por cierto, Rajoy ya había amenazado horas antes: “Es hora de actuar con grandeza”. Sonó como si lo hubiera dicho Nacho Vidal.

El que no asistió fue Basagoiti, inmerso en un profundo proceso de maduración, que le ha llevado de querer ser lehendakari a conformarse con “ponerlo y quitarlo”, en una exhibición de cómo optimizar la pérdida de 60.000 votos que se estudiará por décadas en la facultades de Ciencias Políticas.

Ajeno al mundanal ruido, Ibarretxe proclama su inminente paso al mundo de la ventriloquia mediante un audaz número en el que, introduciendo el brazo por la espalda del muñeco, éste aparentará una total autonomía. El trance -ha dicho- durará cien años o así. Pero si eso pasa volando, hombre…