Aunque se había anunciado grandeza, sentido de estado y generosidad, sólo fue un susto. El PP ha optado por apretar las clavijas en su negociación con el PSE para la elevación de PatxiLo a los altares de Ajuria Enea.

Aunque da la sensación de que lo están haciendo casi sin querer, los populares son generosos a la manera en la que Drácula fue enólogo. En su descargo, hay que reconocer que actúan bajo inspiración interpuesta.

Así, la la exigencia de recuperar la Diputación alavesa parece alentada por el aviso peneuvista de seguir liderando el país allí desde donde haga falta y se pueda. A la espera de que unos y otros se repartan la mesa del parlamento y, llegado el caso, las consejerías, el acuerdo a día de hoy pivota esencialmente en torno a dos puntos cruciales: el mapa del tiempo del Teleberri y la retransmisión vía ETB del mensaje navideño del Rey.

Respecto al primer asunto, habría que actuar con transversalidad y conformarse con que las previsiones meteorológicas fueran precisas a la vez que acertadas, así se incluyan las Azores.

En cuanto al segundo, socialistas y populares se retratan como unos melifluos. Habría que retransmitir el mensaje real, sí, pero debidamente contextualizado, esto es, precedido de los otros 33 que ha pronunciado desde su coronación, aún a riesgo de que la población termine exigidendo, más bien implorando y suplicando, la tercera república.

Mientras, crece la sospecha de que los socialistas juegan a hacer pasar por exigencias del PP lo no son más que aspiraciones propias. De hecho, ante los apretones populares, bastaría con que les recordaran el ejemplo del socialismo navarro, que -este sí- actuó con tal grandeza que acabó dilatando hasta diámetros inconcebibles.

Todo esto, claro está, en el supuesto de que Ibarretxe, que ya ha anunciado su intención de presentarse a la investidura, no salga finalmente elegido.

Los antecedentes de la Cámara Vasca en materia de llegadas con retraso a la sesiones, de confusiones en cuanto al sentido del voto y de fallos en el sistema informático abren enormemente el abanico de posibilidades y no invitan precisamente al optimismo.

La otra posibilidad es que Ibarretxe no tenga garantizado el apoyo de todos y cada uno de los otros veintinueve electos de su partido.