Dos semanas y varias toneladas de información después de la muerte de Michael Jackson, el caso se ha convertido en un paradigma del manoseado sistema de ocultación mediante sobrerexposición, método que, por lo demás, afecta hoy en día a cualquier tema susceptible de convertirse en actualidad.
Porque tras admitir de forma unánime que el tsunami informativo ha cumplido impecablemente su misión de captar audiencias masivas, aún quedan algunos flequillos menores por aclarar. Por ejemplo:
¿De qué murió Michael Jackson?
¿Con quién estaba?
¿Será enterrado? ¿Cuándo? ¿Dónde?
¿Quién o quiénes son las madres de sus hijos?
¿Y los padres?
¿Tenía pelo o era calvo?
¿Sufría una enfermedad que le despigmentaba la piel o era algo provocado de forma artificial?
¿Quién se quedará con los hijos?
¿Por qué estaba siempre rodeado de niños?
¿Era multimillonario o estaba arruinado?
¿Le enterrarán en Neverland o el rancho está embargado?
¿Era el más amado o el más odiado?
¿El más desgraciado? ¿El más afortunado?
Y sobre todo: ¿Quién era Michael Jackson?
Y aún algo más: ¿Importa algo de todo esto a alguien?