Las inversiones públicas en las ciudades funcionan como las máquinas tragaperras de frutas: se trata de conseguir que el símbolo político de la ciudad quede alineado con el de otras instituciones de rango superior.
Es lo que acaba de ocurrir con Donostia, que en el plazo de unos meses ha pasado de no conseguir un solo euro del Gobierno Vasco para proyectos como la rehabilitación del Victoria Eugenia a ver cómo le llueven literalmente los millones.
Ernesto Gasco regresaba ayer a las calles que han asistido a su carrera política y lo hacía con un estudio sobre la posibilidad de construir un Metro donostiarra bajo el brazo. Un estudio que, según se dijo en rueda de prensa, ha permanecido oculto hasta ahora, en manos de los anteriores responsables de la Consejería de Transportes. Qué emocionante.
El caso es que el tal Metro, que a veces sería Topo, iría de Anoeta a Lugaritz, con cuatro paradas. Su coste, 700 millones de euros, aunque hay que recordar que los presupuestos de obra pública, al igual que sucede con el salón del esoterismo, merecen la credibilidad que cada cual le quiera dar.
En todo caso, las cifras, en estas magnitudes, apenas significan algo para el común de los ciudadanos. Mejor señalar que con esa cantidad se podrían comprar siete Cristianos Ronaldos y aún quedaría algo para sus respectivos complementos: coche, fijador capilar, gafas de sol…
Serán sólo 4,5 kilómetros de trayecto -y si usted es de los que piensa leérse la saga Millennium en el Metro es probable que el empeño le lleve toda la vida-, pero cualquier iniciativa que permita sacar vehículos privados de las calles ha de ser bienvenida.
También es cierto que llevamos camino convertirnos en una ciudad-iceberg, en la que sólo un tercio del total asoma a la superficie porque “soterrar” se ha convertido en nuestra palabra de la suerte. Pero bueno, el subsuelo también es “Donosti bat bakarra munduan”.
Mientras tanto, sigamos elevando a Lakua nuestras plegarias para que “oh, señor, nos hagas cada día mejores transversales y recibamos así tus dones -no en la otra vida- sino en ésta. Amén”.