El Tribunal Superior de Justicia de Valencia ha absuelto al presidente Camps por sus supuestos chanchullos con la red de Correa. Básicamente, la decisión judicial “constata que Camps recibió regalos de la trama corrupta, pero sostiene que no es delito”, por utilizar las palabras de un rotativo madrileño.
A la luz de los acontecimientos, se entiende a la perfección que Camps haya pasado en apenas 24 horas de practicar ejercicios de mimo callejero para sordomudos a convertirse en el hombre que regala abrazos a cuantos peatones encuentra a su paso.
La decisión judicial significa tan sólo el pistoletazo de salida al éxodo del sector textil, división corte y confección, hacia la costa valenciana. Hay tantos altos cargos que vestir… Ya lo ha dicho Rajoy: “Han ganado los vendedores de tela”, aunque la prensa de derechas haya manipulado sus declaraciones para sustituir la palabra “tela” por “tila”.
A partir de ahora, no asiste ninguna razón legal a las empresas que rehúsen adornar sus ofertas con un par de trajes de alta gama. Y al revés: cualquier político con mando en plaza que otorgue concesiones públicas sin mediar contrapartida visible a cambio será algo más que sospechoso de estar corrompido hasta el tuétano.
Esperemos que, también en esta materia, el País Vasco no se quede rezagado y se incorpore sin demora a las últimas corrientes en materia de regalos a cambio de afecto.
Al fin y al cabo, la desmesurada densidad demográfica alcanzada por los altos cargos de la Administración pública vasca -que en ocasiones llega al solapamiento- pone a disposición de los mejores sastres un fértil e interminable campo de actuación que otorga una inmejorable oportunidad de elevar su creatividad hasta el paroxismo.
Que así sea.