La Hacienda Foral de Gipuzkoa persiste en su intención de habilitar a partir del próximo mes de septiembre un teléfono anti-fraude fiscal. La medida -que comparte su condición de desesperada con cuantas se han aprobado para combatir la crisis- se antoja una hija natural de la “educación en valores” y los concursos televisivos, tipo ‘Suerte por la mañana’. En este caso, con la ventaja añadida que se prescinde de la bochornosa figura de la presentadora cascabel.

El sistema es sencillo y de estructura ya conocida: el chivatazo de toda la vida, aunque sus ideólogos prefieren llamarlo “servicio de participación ciudadana”, quién sabe si con el sello de calidad “2016”. Básicamente, consiste en que usted llama a un número gratuito y denuncia a la persona o entidad que supuestamente está defraudando a la Hacienda Foral.

Al margen de esta primera y placentera descarga de endorfinas, el servicio le garantiza una segunda, ya que se compromete a mantenerle informado -en el caso de que así lo solicite- de los resultados finales de la investigación. A partir de ahí, empieza el tortuoso camino de la adicción.

Algún día, contaremos a nuestros nietos cómo salimos de esta crisis. No obstante, el plan apenas ha sido esbozado y ya chirría en algunos aspectos. Así, desde la institución foral se advierte de que “las llamadas sin base enseguida caerán por su propio peso”.

Esto significa que si, por ejemplo, alguien llama para informar de que desde una oficina recaudatoria comarcal, su responsable ha montado una estructura paralela para cobrar a título personal las deudas fiscales de los contribuyentes -tras negociar sustanciosas rebajas-, lo más probable es que le cuelguen el teléfono de inmediato. Por inverosimil, mayormente. Y eso en el mejor de los casos, porque todo sea que atienda la llamada un hermano del presunto implicado. Y ahí sí que ya se liaría la cosa.