Michael Jackson murió porque no se podía dormir. Ésta viene a ser la conclusión que recogen los informes policiales sobre el caso.
Y lo cierto es que resulta asombroso porque tan sólo leer la lista de tranquilizantes y calmantes que el hombre se metió entre pecho y espalda la fatídica noche ya produce somnolencia: vali.um, loraz.epam, midazo.lam y, finalmente, propofol, un fuerte anestésico al que curiosamente jamás dedicó una canción. ‘Jacko’ no era de este mundo. Quizás por eso, el tradicional vaso de leche caliente ni se menciona en el informe.
Por lo que parece, Jackson compartía su condición de insomne -además de con millones de niños en todo el mundo- con el propio doctor Murray, que tampoco debió pegar ojo en toda la noche, dado que se pasó ésta suministrando todo tipo de sustancias a su paciente. Es más: tras dejar a Michael sumido en el sopor de propofol, el doctor no aprovechó para sumergirse entre sábanas y almohadas -como hubiera sido de esperar-, sino que se puso a hacer llamadas telefónicas como si tal cosa. He aquí un caso digno de estudio.
Será realmente difícil que algún día llegue a saberse qué le provocaba al cantante tal falta de sueño y hasta qué punto era normal en su casa pasarse la noche en vela a base de píldoras e inyecciones, pero parece indiscutible que si te dan las diez de la mañana sin haber pegado ojo, la experiencia aconseja dejarlo estar.
No fue así y el empeño irracional de ‘Jacko’ en dormir como un lirón aquel 25 de junio, fuese como fuese, acabó dando al traste con su corazón. Quizás debió probar a poner un poco de música de ambiente, que dicen que relaja un montón.