Ha llegado el momento -no por esperado, menos doloroso- de dar un buen tirón de orejas a los participantes en el boicot al Alarde Mixto de Hondarribia, de nombre, Compañía Jaizkibel. Se veía venir. Ya el pasado año hubo que llamarles la atención por el grosero e inmisericorde plagio al que sometieron las acciones urbanas de Maider López a base de desplegar paraguas.

Lo de esta mañana ha sido peor porque la repetición de la misma fórmula delata una falta de ideas alarmante que no puede ocultarse bajo el manto de la crisis económica.

Urge pues articular nuevas formas de hacerse notar, so pena de convertir en pocos años el asunto de los paraguas en una costumbre atávica con misteriosos orígenes en tiempos inmemoriales. Y de ahí a que alguien decrete que, según la tradición, sólo los hombre pueden portarlos sólo hay un paso.

Dicho sea todo esto sin menoscabo del reconocimiento que, sin duda, merece la perseverancia de los participantes en semejante madrugón, y encima en plenas fiestas, por no hablar de su indomable afición al silbido y, llegado el caso, el insulto.

Claro que tanto sacrificio duele menos cuando lo que está en juego no es una cuestión menor, sino ni más ni menos que la pervivencia de las santas costumbres que herederaron de sus mayores, loado sea el cielo y por muchos años.